Provincia de Salamanca

FORTIFICACIONES DE LA FRONTERA
HISPANO-PORTUGUESA

Medieval y Moderno

Desde la más remota antigüedad el hombre ha sentido la necesidad de defender su territorio de dominio y explotación al amparo de murallas erigidas con gran esfuerzo colectivo. Las murallas son habituales y fácilmente reconocibles por la solidez de sus materiales de construcción cuando los poblados se hacen estables.

Concretamente en el periodo denominado II Edad del Hierro, inmediatamente antes de la conquista romana, todos los poblados y ciudades erigen potentísimas murallas a las que suman fosos y barreras de piedras hincadas. Entre estos poblados cabe mencionar, por sus óptimas condiciones de visita, el Castro de Yecla de Yeltes.

Esta costumbre de fortificarse no se abandona ni mucho menos en los siglos posteriores. Así, en la Edad Media los intensos conflictos territoriales entre los señores feudales aconsejan que las poblaciones siempre estén amuralladas. El recinto también, o sobre todo, sirve para el control de las mercancías que se intercambian.

Además, surgen otros elementos defensivos dentro de la propia muralla. Los castillos son alzados como protección de la residencia de los poderosos, a la vez que son el signo evidente de la ostentación y el poder de los nobles. Un ejemplo sobresaliente es la Torre del Homenaje del primer Duque de Alba que se levanta en San Felices de los Gallegos.

En la Edad Moderna, la organización política en estados hace innecesario, por no decir peligroso para los reyes, que subsistan las fortalezas de los señores, por los que éstas pierden su carácter defensivo. Al mismo tiempo, el establecimiento de estrategias de control sobre las fronteras favorece la construcción de lugares cuya única función es la militar, caso del Real Fuerte de la Concepción en Aldea del Obispo, destruido intencionadamente por los ejércitos españoles que le construyeron en el siglo XVII y vuelto a edificar en el siglo XVIII.

Esta fortaleza fue testigo privilegiado de los acontecimientos bélicos de la acaecidos en la Guerra de la Independencia, pués fue arruinada por los ingleses en 1810. Pero no fue éste el único lugar del entorno que sufrió la avatares de la cruenta guerra. Ciudad Rodrigo, fortaleza abaluartada como la anterior en el siglo XVIII, padeció el cerco y asalto simultáneamente de los franceses y del ejército aliado.

Por suerte los lugares mencionados hace tiempo que no han sido testigos de acontecimiento bélicos, ni tienen un fin de protección, defensa, o intimidación de las gentes que los habitan o que pueblan el entorno. Más bien al contrario, hoy son algunos de los monumentos más sobresalientes de la provincia de Salamanca, y en su conjunto nos permiten disfrutar de un itinerario de gran calidad y cronología heterogénea a la que se ha denominado Ruta de las Fortificaciones. Punto de encuentro; pues pretende extenderse en su recorrido por los territorios portugueses, aglutinando en un común itinerario cultural aquellas fortalezas que en su día sirvieron para separar a españoles y portugueses.

LOS LUGARES Y SU VISITA

Todas las fortificaciones mencionadas han sido objeto de obras recientes que facilitan su visita pública y cuentan con Centros de Interpretación que relatan los hechos singulares de su interesante historia. Pasamos a describir cada uno de los lugares mencionados salvo el castro de Yecla de Yeltes, sobre el que nos ha parecido oportuno extendernos en mayor medida y por tanto singularizarlo en los comentarios.

REAL FUERTE DE LA CONCEPCIÓN Y AULA HISTÓRICA

– Aldea del Obispo –

La historia del fuerte se remonta al siglo XVII . En las campañas del Duque de Osuna contra los portugueses se estimó oportuno contar con una fortaleza que protegiera la retaguardia de los ataques de los portugueses. En su construcción participaron 3500 hombres y en poco más de dos meses la obra estuvo finalizada.

Sin embargo, los reveses militares del Duque obligaron a éste a retirarse, siendo los propios españoles lo que, con objeto de que no fuera utilizada por el enemigo, lo arruinaron apenas un año después de edificado.

 

Casi un siglo más tarde, el rey Felipe V reorganizó la frontera y acometió en 1735 la reconstrucción del Fuerte de la Concepción bajo la dirección de los mejores arquitectos militares de la época. Las costosas obras se prolongaronn casi cuatro décadas. El Fuerte cumplió su función de protección de la frontera con Portugal hasta 1810, en plena guerra de la independencia, en que es tomado por los ejércitos aliados. Ante el avance de las tropas francesas el general inglés Crawford ordenó su voladura selectiva con la intención de inutilizarlo como fortaleza militar. Este es uno de los mayores atractivos de la ruina, pues una parte de lo que observamos manifiesta el estado en que quedó tras explotar las cargas de pólvora hace dos siglos.

Un camino señalizado nos dirige hasta el fuerte, situado a poco más de un kilómetro de la población.

El primer edificio es conocido como el fortín de San José, erigido en la zona de mayor altura y por lo tanto elemento principal para la estrategia de defensa del Fuerte. Esta decisiva posición explica que fuera uno de los lugares en que mayor número de cargas explosivas pusieron los ingleses durante la voladura de 1810, consiguiendo arruinar eficazmente todo el interior. 

Desde el fortín de San José hay un pasillo protegido por muros a ambos lados, es el llamado camino cubierto, de 150 metros de longitud por 12 metros de anchura. Aunque no tenía techo estaba diseñado con la altura suficiente en los muros para que pudieran pasar sin peligro de ser abatidos los jinetes a caballo.

Un poco más adelante encontramos el cuartel de caballería, en origen de planta romboidal, y que fue destruido por los ingleses justo la mitad. En la parte conservada hay una zona subterránea en la que alimentaban y guarecían los caballos, había casi un centenar de pesebres labrados en granito, mientras que el piso superior era el alojamiento de la tropa.

Siguiendo por el camino cubierto alcanzamos el  núcleo principal del fuerte.  La única zona de la fortaleza visitable. Está  protegido por construcciones avanzadas, los  revellines, sólidamente construidos,  en los que  localizamos  los llamados pozos de escucha . Son unos pozos en los en los que los  soldados  vigilaban, escuchando, que las tropas enemigas no excavaran  galerías subterráneas  hasta los cimientos de  la fortaleza y así conseguir volarla. Para acceder al centro del fuerte hay que pasar por la puerta principal, magnífica obra de arte adornada con un espléndido y monumental escudo de los Borbones.

 Ya en el interior, sobrepasados los cuerpos de guardia, alcanzamos la plaza de armas, un recinto cuadrado de algo más de 50 metros de lado en el estaban los cuarteles de los soldados, las cocinas, almacenes, aljibes, etc. Todas aquellas dependencias necesarias para el mantenimiento del fuerte y de los dos mil soldados que pudo llegar a albergar

Desde la plaza, caminado por unas galerías cubiertas edificadas en rampa para facilitar él transito rápido de los soldados, accedemos a la parte alta del Fuerte y a los baluartes, otro de los elementos fundamentales en la defensa y que, por supuesto, fueron destruidos en varios puntos con cargas explosivas por los ingleses.

CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE
LA RUTA DE FORTIFICACIONES DE FRONTERA

– Ciudad Rodrigo –

La Ruta de Fortificaciones de Frontera cuenta en la localidad de Ciudad Rodrigo con un Centro de Interpretación ubicado en los antiguos cuerpos de guardia de la fortificación. En uno de los edificios, mediante una sencilla exposición interactiva, uno puede hacerse sobrada idea de los monumentos hispano-lusos de la zona de La Raya. La exposición abarca prácticamente todos los periodos históricos conocidos: los vettones,  la romanización del territorio, los castillos medievales, las fortalezas de época moderna, la Guerra de Secesión y, por su especial incidencia en el territorio, la Guerra de la Independencia.

En el paseo que transcurre por el exterior de la muralla entre los dos Cuerpos de Guardia, el llamado Paseo de las Guarniciones,  vemos recreadas  escenas de distintos periodos históricos: de época romana con sus máquinas de guerra, torneos palaciegos y asedio medieval, de los tercios de Flandes o de las guerras napoleónicas.

No faltan investigadores que afirman  el origen romano de Ciudad Rodrigo, ya que la tradición  señala este lugar como el solar de la antigua Miróbriga.  Lamentablemente, no hay restos de relevancia de aquel periodo  El origen del actual núcleo de población coincide con la  repoblación de los reyes de León en 1130,  encomendada al Conde Rodrigo,  de quien la ciudad toma el nombre. Poco después sufre uno de los numerosos acontecimientos bélicos que marcan su historia, el ataque de los almohades en 1174.

Su singular posición estratégica hizo de ella una plaza codiciada en las disputas territoriales de los señores feudales cristianos,  siendo  escenario bélico, entre otros, de la guerra entre Enrique II y Pedro I en el siglo XIV. En ese momento ya estaba dotada de una potente muralla y ésta es también la época en que se edifica el castillo, hoy Parador Nacional.

Entre 1706 y 1707 fue incendiada varias veces y tal vez su manifiesta indefensión ante los ataques portugueses favoreció que concurrieran  grandes obras de reconstrucción de las murallas en 1710. Siguiendo la moda y conocimientos militares de la época la muralla se dotó de cañoneras y baluartes para la protección artillera.

Durante la Guerra de la Independencia la ciudad sufrió varios asedios por parte de ambos bandos. Tomada por los aliados pasa de nuevo a los franceses tras un asedio de 77 días dirigido por el general Massena en 1810. Posteriormente, en su retirada, los franceses se hicieron fuertes en la localidad que fué tomada e incendiada por Wellington el 19 de enero de 1812. Como fiel testigo de lo sucedido en aquellas batallas hoy  en la torre de la homenaje vemos   múltiples cicatrices de aquellos bombardeos.

No conviene salir de Ciudad Rodrigo sin dar un paseo por el Conjunto Histórico, uno de los más sobresalientes de la Comunidad, y visitar sin tiempo  Catedral y otros monumentos de la ciudad.

CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE
LA RUTA DE FORTIFICACIONES DE FRONTERA

– San Felices de los Gallegos –

La primera cita de la villa es del año 690, cuando  al parecer la zona es repoblada  por el Obispo de Oporto, Felix XI. Algo más fidedigna es la información que documenta la repoblación de la villa en el siglo XI, edificándose entonces el primer recinto defensivo que hoy conocemos. Diversos avatares y el propio paso del tiempo aconsejan una serie de obras de mejoras  en la muralla y sabemos que en el siglo XIII  refuerzan los lienzos de muralla con seis torres, una de ellas la popular puerta de la Campana. La importancia de la villa es notable y  es buena muestra de ello los continuos cambios de dueño. Durante el siglo XIV bajo dominio de nobles portugueses se edifica el castillo y a finales del siglo XIV la ocupa el  primer Duque de Alba que ya no perderá la posesión. El duque inmediatamente rehace el castillo sobre la ruina del anterior y le dota de una impresionante torre del Homenaje de más de 30 metros de altura. La torre, sobria en su fábrica, pues cumple una función defensiva es, a la vez, extraordinariamente elegante y está  rematada con adornos de bolas y el escudo labrado en piedra de la casa de Alba. Durante el siglo XVII el recinto defensivo adquiere pequeños baluartes que no distorsionan en demasía la potente estructura edificada en el medievo.

En los últimos años varias obras han recuperado   para su visita el recinto defensivo que hoy  recorremos  en un itinerario señalizado  y  rehabilitado la Torre del Homenaje del castillo. En su interior una exposición explica de forma amena la interesante historia de San Felices de los Gallegos y  sus recintos defensivos.

LOCALIZACIÓN Y VISITA

Para llegar a San Felices de los Gallegos hay que tomar la carretera que une Ciudad Rodrigo con Lumbrales.

A excepción del Fuerte de la Concepción las instalaciones y Centros de Interpretación  de la Ruta de las Fortificaciones en la frontera hispano-portuguesa están sujetas a un horario de visita.