Ciudad de Salamanca

PARQUE ARQUEOLÓGICO
DEL BOTÁNICO

Medieval y Moderno

El Parque Arqueológico del Botánico está situado en pleno Casco Histórico de Salamanca. En él encontramos los restos musealizados de dos de los principales edificios con que contó la ciudad en la Edad Moderna: el convento de San Agustín y el Colegio de Cuenca.

Excavados a finales del siglo pasado, ha sido objeto de ambiciosos trabajos de acondicionamiento promovidos por el Ayuntamiento de Salamanca, que se encarga además de su apertura y gestión.

En el inmenso solar puesto en valor han aparecido restos de épocas diversas: Segunda Edad del Hierro, época tardorromana, viviendas de la judería de época medieval, pero la mayoría de los vestigios que hoy podemos contemplar son mucho más recientes, concretamente de la Edad Moderna. En ese momento se edifican en la zona dos edificios monumentales de gran trascendencia histórica para la ciudad: El Colegio Mayor de Cuenca y el convento de San Agustín, al que también pertenecía la iglesia de San Pedro. Ambas construcciones estaban separadas por la notoria calle de San Pedro, en su momento llamada Calle Mayor de la Judería.

Cientos de años antes, en el siglo XII, la zona estaba ocupada por el floreciente barrio de la judería. La expulsión de los judíos en 1492 provoca que todas las propiedades y solares de los judíos pasaran a manos de reyes, nobles o instituciones. De este modo, parte del barrio se cedió a la iglesia y a la Universidad. La construcción del Colegio de Cuenca supuso, por ejemplo, la destrucción de la sinagoga y de unas cuarenta viviendas.

Ambos edificios fueron reformados en varias ocasiones y en el caso del Convento de San Agustín conocemos que sufrió diversos incendios. Uno de ellos, fechado en 1744, redujo a cenizas prácticamente todo el inmueble, incluida la biblioteca, una de las más importantes de Salamanca.

El convento de San Agustín se funda en el año 1516. La fama de los agustinos dedicados a la formación y estudio justifica su esplendor. Algunos autores lo califican como “convento de sabios y santos”. Tenía rango de colegio universitario de teología y en él profesaron eminentes profesores como Santo Tomás de Villanueva o el célebre Fray Luis de León. Junto al Convento estaba la iglesia románica de San Pedro, que pertenecía desde el siglo XIV a los agustinos. Cuando logran los agustinos hacerse con varias propiedades del barrio judío, inician la construcción del convento y reedifican la iglesia. Esta adquirió gran fama en la ciudad y se dota con el tiempo de varias capillas sufragadas por las familias más pudientes de Salamanca que acogían los enterramientos de los nobles.

El Colegio de Cuenca se edifica igualmente en el siglo XVI. Es uno de los seis colegios mayores que había en España. Para su construcción se contó con los arquitectos más prestigiosos de la época en la idea de erigir uno de los edificios más espléndidos de Salamanca. Por desgracia, la constante falta de fondos hace que no se finalicen las obras previstas. Así, por ejemplo, la capilla aún no se había concluido cuando en 1798 Carlos IV decreta la supresión de los Colegios Mayores.

Estos surgen en época de los Reyes Católicos con la intención de dotar al reino de un cuerpo de letrados y altos cargos del gobierno no adscritos necesariamente a las familias nobles más poderosas. Eran, por tanto, centros bajo protección real o pontificia en los que se impartían clases en régimen de internado a estudiantes de un amplio espectro social. Con el tiempo, acogieron casi exclusivamente a estudiantes pertenecientes mayoritariamente a las clases acomodadas, ya que, entre otras cosas, la financiación de estos colegios provenía principalmente de los alumnos.

Los dos edificios: el convento y el Colegio de Cuenca fueron utilizados por los franceses como cuarteles y volados en mayo de 1812, posiblemente con el objetivo de acopiar material constructivo para las defensas de la ciudad.

El itinerario por el parque arqueológico nos conduce en primer lugar hasta las dependencias del Colegio de Cuenca. Varias estancias forman parte de las antiguas cantinas del Colegio a las que se accedía por el claustro del Colegio ubicado en la zona no excavada. En las cantinas acopiaban los víveres. Presenta zócalo de piedras en el que colocarían estanterías de madera para almacenar los alimentos o para disponer en ellas vasijas de gran tamaño. En alguna de las estancias hay una curiosa oquedad en el centro del suelo cuya función sería la de recoger el agua acumulada por la humedad.

La calle empedrada que separa los dos edificios de época moderna tuvo gran fama en época medieval, pues conducía hasta el Alcázar de San Juan, residencia del gobernador de la ciudad. En el Alcázar estaba además una de las entradas principales a la villa. A ambos lados de la calle estaban las tiendas y talleres de los judíos.

En mitad de la calle encontramos el acceso al Colegio de Cuenca. Este estaba organizado en torno a un claustro al que se accedía por una escalera monumental. Para tan magnífica construcción contaron en el siglo XVIII con unos de los mejores arquitectos de la época, Alberto Churriguera. Por desgracia, de esta afamada escalera, de la que los viajeros relatan maravillas, solo han llegado hasta nosotros unos pocos restos, apenas los muros que delimitan el espacio.

Al otro lado de la calle vemos dependencias del Convento de San Agustín. Entre ellas la enfermería. Cada convento tenía su propia botica y enfermería en la que acogían a personas ajenas al cenobio.

Junto a la enfermería apreciamos un suelo cubierto de cerámica. Pertenece a una casa del barrio judío del siglo XV. La escasa calidad constructiva engaña acerca de las posibilidades económicas de sus moradores. Este era uno de los barrios privilegiados de la ciudad, cercano a Alcázar de San Juan, recinto defensivo de la urbe en el que moraban los gobernantes, y a una de las entadas de la ciudad. Un barrio particularmente célebre porque en él se encontraban los talleres y tiendas más importantes de la ciudad.

Alrededor de la vivienda medieval hay otras estancias del convento Son los antiguos almacenes. Se distingue la pared del depósito de cereal y a su lado la cocina. Tanto el almacén como la cocina estaban a cargo de un monje. Este cargo no era bien valorado entre los monjes, de ahí que fuera rotatorio entre todos los miembros de la Comunidad.

A unos metros descubrimos la hospedería del convento y la bodega. Los conventos tenían la obligación de acoger en espacios determinados —hospederías— a los visitantes y a los peregrinos. Junto a esta dependencia está la inmensa bodega en la que se conserva la escalera de acceso desde el claustro.

Los restos no hacen justicia al extraordinario claustro que poseía el Convento de San Agustín. Este ocupaba alrededor de 500 m² y estaba empedrado con impresionantes alfombras de cantos y pizarras que dibujan motivos geométricos. Era habitual enterrar aquí a los monjes destacados y en 1856, arruinado el convento, en este espacio localizaron los restos del insigne agustino Fray Luis de León.

La galería occidental del claustro del convento de san Agustín presenta uno de los pavimentos mejor conservados y más bellos de recinto claustral. Según la moda del siglo XVI, está elaborado con cantos y pizarras que dibujan rosetas separadas por cenefas. Igualmente empedrada advertimos la antesala del refectorio o comedor de los monjes. A esta estancia también se la denomina de Profundis, ya que los monjes antes de entrar debían rezar un salmo.

La mayor parte de la iglesia de San Pedro queda bajo la calle Balmes y en el espacio musealizado solo observamos el atrio por el que se accedía al templo desde el convento.

La visita concluye en el espacio que ocupaba el antiguo jardín del Colegio de Cuenca conocido como “El bosque”. Aquí un pequeño edificio cobija varias piezas pertenecientes a la iglesia de San Pedro, Convento de San Agustín y Colegio de Cuenca, entre las que destacan por su fina talla las claves de arenisca que en su día adornaron la iglesia de San Pedro.

LOCALIZACIÓN Y VISITA