Solosancho | Ávila
OPPIDVM VETTÓN
DE ULACA
Calificada por sus investigadores como La Pompeya vettona, el asentamiento castreño de Ulaca llama la atención en primer lugar por la extensión del poblado, cerca de 60 hectáreas cercadas por una imponente muralla. Un recinto bastante más amplio, por ejemplo, que el espacio amurallado de la actual ciudad de Ávila.
Este yacimiento cuenta con unos edificios públicos únicos, conocidos como la “sauna”, una construcción destinada a baños de vapor vinculado a ritos iniciáticos, o el altar de los sacrificios, uno de los escasísimos lugares de culto conocidos anterior a la conquista romana. Un hecho excepcional es que las evidencias arqueológicas aparecen inalteradas desde la antigüedad, tal y como se abandonaron precipitadamente por los pobladores del castro.
La historia de Ulaca fue relativamente corta puesto que no duró más de 300 años. El recinto defensivo se levantó en el siglo III a.C. Y el yacimiento estuvo habitado hasta que los romanos obligaron a sus habitantes a trasladarse al llano, fomentando una política que trataba de evitar que las poblaciones indígenas pudieran protegerse en el interior de estos asentamientos fuertemente defendidos. Se especula con la posibilidad que el abandono del poblado de Ulaca pudiera haber supuesto el nacimiento de la Ávila romana.
EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO Y SU VISITA
El poblado indígena se ubica en la Sierra de la Paramera, sobre un cerro amesetado de considerable altura que domina el Valle Amblés. De sus condiciones estratégicas nos formaremos una buena idea conforme ascendemos por la considerable pendiente de la senda que conduce a la puerta principal del castro. En ella los lienzos de la muralla discurrían paralelos en un largo tramo, lo que posibilita que ante un posible ataque, el enemigo debe atravesar por el estrecho pasillo y, por tanto, aumentaría su vulnerabilidad.
El perímetro amurallado tiene unos tres kilómetros de longitud, encerrando uno de los poblados amurallados más amplios de la Península Ibérica. Este imponente muro defensivo se edificó con grandes bloques de granito en sus caras externa e interna, rellenándose el interior con piedras irregulares. En ciertas zonas, entre otras las puertas, se ejecuta con enormes bloques. La monumentalidad de la obra no desmerecería de otras construcciones públicas de la antigüedad, incluidas las romanas. Para algunos investigadores está colosal fábrica tal vez responda al deseo de demostrar al resto de las poblaciones y ciudades cercanas el poderío político y económico que ostentaría la gran urbe indígena de Ulaca.
Ya en el interior del castro, la senda nos conduce a un recinto rectangular excavado en la roca en el que se observa una peña en la que se ha tallado una doble escalinata que conduce a una pequeña plataforma con varias oquedades de dimensiones reducidas. En una estructura similar estudiada en el norte de Portugal hay una serie de inscripciones en latín que aluden a que estos lugares son antiguos altares en los que se llevaban a cabo sacrificios; incluso los textos latinos relatan como en las pequeñas cazoletas mencionadas se quemaban las entrañas de los animales sacrificados, o que se depositaba la sangre a modo de ofrenda a los dioses.
A menos de 100 metros del altar aparece otra curiosa estructura rectangular dividida en tres estancias, dos de ellas separadas por una piedra perforada.
El edificio se interpreta como una sauna ritual en la que una de las habitaciones sería el horno donde ardería el fuego para proporcionar el aire caliente. En la sala central se talló un doble asiento en la roca. Este era el lugar en el que los jóvenes guerreros participarían del baño de vapor en un ritual iniciático de carácter religioso.
Citaremos el texto de Estrabón que describe estos baños iniciáticos entre la poblaciones del valle del Duero: Dicen de algunos que habitan junto al río Duero viven a la manera espartana, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples.
Un poco más al norte se advierten los cimientos de dos casas que han sido recientemente consolidadas. Los muros arruinados de otras cuantas viviendas son perfectamente reconocibles en todo el castro, habiendo documentado los arqueólogos hasta 250. Todas ellas siguen un esquema constructivo parecido: planta rectangular con la entrada situada hacia el este, hacia la salida del sol, y una o varias habitaciones.
Las menos, poseen una única estancia donde tenían lugar las actividades cotidianas. Un hogar sobre estaba destinado el suelo para la preparación de los alimento y el mismo espacio era dormitorio. Normalmente poseían más habitáculos, hasta cinco en algún caso, que se situaban alrededor de la principal y tenían funciones múltiples: almacén de alimentos, talleres, etc…
Teniendo como referencia las casas consolidadas, hacia el norte y hacia el este, se aprecia otro de los recursos singulares del castro: las canteras. Se puede reconstruir todo el proceso de extracción de la piedra: los orificios alineados donde se introducirían las cuñas para extraer los bloques, los grandes bloques rectangulares ya separados o los bloques ya tallados en todos sus lados preparados para su traslado a la construcción que se estuviera erigiendo en aquel momento. Las canteras trasmiten un efecto mágico al lugar, puesto que da la sensación que los indígenas pueden volver en cualquier momento a continuar los trabajos que dejaron a medio hacer.
Esta impresión de abandono precipitado del castro se acentúa si cabe en la cantera situada más al este, junto a un sector de la muralla claramente a medio hacer. Suponemos que no se terminó puesto que junto a los bloques superpuestos hay otros en el suelo, en paralelo, perfectamente alineados y supuestamente preparados para proseguir la obra defensiva.
LOCALIZACIÓN
La visita al castro se realiza desde la ciudad de Ávila tomando la N-502 hasta Solosancho y de aquí continuamos hacia la localidad de Villaviciosa. Una buena parte del trayecto, desde la localidad a la cumbre del cerro en el que se localiza Ulaca, tiene que realizarse a pie, constituyendo este paseo una magnífica ocasión para disfrutar de la naturaleza y el paisaje del valle de Amblés y la Sierra de la Paramera.
La abundancia de agua en manantiales y arroyos ha hecho de este un lugar muy apetecible para la ocupación humana a lo largo de la historia, conociéndose en las inmediaciones del castro una treintena de lugares arqueológicos de diferentes épocas entre los que destaca por su monumentalidad la Cabeza de Navasangil, un poblado fortificado hispanovisigodo.
La visita al castro es libre.
En la localidad de Solosancho podemos ver un verraco procedente del paraje conocido como la Fuente del Oso. Existen también los restos de una necrópolis rupestre de época medieval a la entrada del pueblo.