Fuenteguinaldo | Salamanca
CASTRO DE
IRUEÑA
El castro, que ocupa una superficie de alrededor de 14 hectáreas, es uno de los enclaves fortificados prerromanos más extensos de los conocidos hasta la fecha en la provincia de Salamanca.
Por su localización tiene un eminente carácter defensivo, pués el río Águeda le rodea por el este y el arroyo Rolloso en sus lados norte y oeste. La distancia entre la meseta habitada y los cauces fluviales descritos se salvan por escarpadas pendientes verticales de entre 40 y 70 metros.
La primera ocupación del castro data de la Segunda Edad del Hierro, concretamente el siglo V a. C. En ese momento la población se agrupa en grandes ciudades —los oppidum de los que hablan los historiadores romanos— protegidas por murallas, como la imponente muralla que circunda Irueña. Ignoramos su altura, aunque un investigador a principios del siglo XX relata que halló tramos de cerca de tres metros de alzada. En un sondeo reciente se ha detectado que la muralla tuvo alrededor de tres metros de ancho, lo que viene a corroborar el extraordinario esfuerzo colectivo que supuso su construcción.
El castro mantiene su hábitat tras la ocupación romana y son varios los hallazgos que nos hablan de la importancia del lugar durante la época altoimperial romana.
No tenemos constancia arqueológica de que Irueña estuviera habitada en los siglos posteriores, salvo por el hallazgo de una necrópolis vinculada con la puebla de esta zona. Relacionado con la repoblación en este territorio hay un documento del rey Fernando II de 1168 en el que dona al obispo de Ciudad Rodrigo el lugar de Irueña.
En la zona sureste de la meseta se desenterró un enorme verraco, hoy puesto en pie. La mayoría de las esculturas indígenas acusan una notable falta de elementos anatómicos que impiden conocer la especie de que se trata. No es el caso del verraco de Irueña, claramente un toro. Posee unos agujeros en la testuz para la probable incrustación de unos cuernos, una serie de líneas paralelas que parecen dibujar su morrillo y gorja, y en la parte trasera se marca el bulto del rabo. El toro apareció hecho pedazos. La destrucción de los verracos no es un hecho infrecuente y es posible que esté motivada por la leyenda popular que afirma que los verracos escondían tesoros en su vientre.
Por su lado oeste, en una zona despejada de vegetación, seguimos en bastante de su recorrido el derrumbe de la muralla. Un sector del itinerario en el que disfrutaremos del extraordinario valor paisajístico del paraje.
LOCALIZACIÓN Y VISITA
Al yacimiento accedemos siguiendo unos cuatro kilómetros, dirección sur, un camino que parte de la población de Fuenteguinaldo.
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