Domingo García | Segovia
CERRO DE
SAN ISIDRO
No hay por el momento argumentos sólidos que expliquen por qué en este lugar y durante diferentes épocas de la historia del hombre, separadas más de 12.000 años, el hombre sintió la necesidad de grabar en decenas de afloramientos rocosos multitud de escenas en las que aparecen cientos de animales y figuras humanas.
Aunque sólo sea por su reiterada utilización en un amplísimo periodo de nuestra historia, el Cerro de San Isidro de Domingo García ocupa un papel protagonista entre los yacimientos arqueológicos de Castilla y León, que se acrecienta, si tenemos en cuenta que son más bien ralos los lugares con representaciones artísticas del Paleolítico Superior al aire libre e igualmente son muy escasos los enclaves con escenas grabadas en la roca de época medieval.
Los primeros testimonios de la actividad artística en el lugar datan del Paleolítico Superior, en un periodo cronológico que podría abarcar entre el 16.000 y el 12.000 a. C. Por tanto, los grabados de Domingo García resultan contemporáneos de las más célebres cuevas pintadas paleolíticas de la cornisa cantábrica y el interior de Francia.
Hay documentadas dos técnicas entre los grabados paleolíticos. Las que dieron lugar al descubrimiento son representaciones de gran tamaño, en las que el animal se dibuja a partir de golpes continuos en la roca. Mantienen aquellos todas las características propias del arte más primitivo del hombre, únicamente dibujan la silueta y hay escasos detalles anatómicos. Solo está representada de manera detenida la cabeza, en la que se aprecian orejas, ojo y hocico, y están descuidados, quizás intencionadamente, las que para ellos no eran partes tan importantes del animal, como las extremidades.
Mucho más difíciles de distinguir son otras figuras, igualmente de cronología paleolítica, pero de mucho menor tamaño ya que no alcanzan los 40 centímetros. Están elaboradas con trazos muy finos para los que emplean un objeto punzante. Los animales manifiestan algunos detalles a mayores que los mencionados para las imágenes piqueteadas: perfilan las crineras de los caballos, el pelaje interior, etc.
Entre los animales grabados distinguimos caballos, ciervos, cápridos y bóvidos. Todos son herbívoros por lo que se piensa que plasman únicamente a los animales que cazaban y consumían. La reducción a las especies de las que se alimentaban permite a su vez especular que tanto la grabación como el lugar fueran escenarios de ceremonias religiosas cuyo sentido sería el de propiciar la caza y la fertilidad de los animales representados.
La Edad Media es sin duda la época en la que con más profusión se graba en los afloramientos de Domingo García, curiosamente con la misma técnica que la comentada para algunos grabados paleolíticos, el piqueteado de las figuras mediante una sucesión de puntos logrados con un instrumento de punta roma.
Hay centenares de grabados de este último momento. Son interesantísimos por la plasticidad de los dibujos, el abigarramiento, o la composición de las escenas. Narran hechos de la vida cotidiana, como cacerías o escenas de pastoreo, junto a otras de carácter bélico y militar: justas o luchas entre jinetes y batallas en las que participan infantes y jinetes.
ITINERARIO DE VISITA
Describimos a continuación parte del itinerario básico, suficiente para comprender el significado y la importancia histórica del enclave arqueológico.
A escasos 100 metros del punto de información vemos un gran afloramiento de esquisto con una amplia superficie vertical. Éste es el panel que mejor resume las técnicas, características y significado de los grabados paleolíticos. Aparte de la figura del gran caballo, de cerca de un metro de longitud, a su derecha hay otro más pequeño igualmente silueteado y uno más, pero en este caso en el que sólo dibujan cabeza y cuello. ¿Tal vez la figura de mayor tamaño es el macho dominante de la manada?
Junto a estos grabados piqueteados vemos otras cinco siluetas incisas: tres bóvidos, un caballo y un ciervo de gran cornamenta. Todos ellos tienen en común que solo exhiben la cabeza, desdeñando las otras partes del animal.
En el cuarto panel aparecen decenas de motivos grabados, la mayoría de época medieval. El abigarramiento de los grabados dificulta la comprensión de las posibles escenas. Con todo, podemos apreciar luchas a caballo o a pie en las que distinguimos múltiples objetos de los participantes en los combates: cascos, espadas, lanzas, escudos circulares, etc. Junto a estas imágenes bélicas hay escenas de cacerías. Llama la atención una en la que junto a un personaje a pie hay tres perros persiguiendo lo que parece ser una liebre. Es posiblemente una de las más antiguas estampas de la tradicional caza con lebreles.
A la izquierda de este panel encontramos otra vez imágenes pertenecientes al paleolítico. En este caso, los cuatro motivos son incisos, todos ellos siluetas de caballos. Hay que fijarse en la perfección de uno de ellos, el de mayor tamaño, en el que es posible distinguir el dibujo de ciertos detalles del animal, como la crinera o la potente quijada.
En el séptimo panel, de cronología medieval, apreciamos un combate en el que participan infantes y jinetes. En la escena se acentúa la actitud bélica con la imagen de los participantes en la acción con sus armas en alto. Destaca por su dinamismo aquella en la que presenciamos a dos jinetes a caballo enfrentados que portan espadas y escudos. Un grabado nos permite autentificar la asignación a la Edad Media de los grabados de este panel y por tanto de las escenas semejantes. Entre el armamento identificamos ballestas, una clase de artefactos que comienza a utilizarse a partir del siglo X.
LOCALIZACIÓN Y VISITA
Localizamos el yacimiento a la salida de la población en dirección a Santa María la Real de Nieva. A un kilómetro parte un camino a la derecha que conduce a los pies del cerro coronado por las ruinas de la antigua ermita de San Isidro. Al final del camino nos encontramos con el punto de información desde el que comienza un itinerario señalizado por el lugar arqueológico.
La visita es libre.