Olleros de Pisuerga | Palencia

EL CASTRO DE
MONTE CILDÁ

Protohistórico, Romano y Medieval

Monte Cildá es uno de esos parajes de Castilla y León poco conocidos que reúne extraordinarios valores culturales y naturales. La extensa paramera caliza cobija un interesante yacimiento arqueológico pero, además, proporciona una magnífica vista sobre el paraje natural de las Tuerces y se ofrece como un balcón privilegiado sobre el cañón de la Horadada, un impresionante tajo del río Pisuerga en su discurrir hacia las tierras llanas de la Meseta Norte.

En las numerosas cuevas del cañón hay vestigios de épocas remotas de la Prehistoria y entre ellos sobresalen las ocupaciones que han proporcionado útiles pertenecientes al Musteriense y, por tanto, fabricados por el Hombre de Neanderthal.

Esta rama extinguida del árbol genealógico humano habitó las tierras del norte de Castilla y León y es seguro que tras la investigación de los sitios por él ocupados se obtendrán esclarecedores datos sobre el poblamiento y extinción de este enigmático y singular representante de la especie humana.

Si para comprender la importancia de las cuevas del cañón hay que hacer un ejercicio de abstracción, por el contrario, las evidencias arqueológicas en el cerro de Monte Cildá resultan ciertamente más evidentes. Destaca en este sentido la extensa muralla en cuya base aparecen enormes bloques de caliza. Una vez sobrepasada la defensa también en superficie vemos numerosos restos de construcciones, vestigios múltiples de las viviendas de los pobladores del castro en distintas fases de la historia.

La más antigua ocupación atestiguada se fecha en el siglo I d. C. Los materiales arqueológicos pertenecientes a ese periodo nos remiten a un pequeño asentamiento de época altoimperial romana, no muy alejado en el tiempo de la conquista de este territorio arrebatado a los cántabros.

Algunos siglos más tarde, si bien todavía en época romana, concretamente en el siglo IV, se habita y protege con una poderosa muralla para la que aprovechan las lápidas de un antiguo cementerio romano. Un dato que ratifica que el cementerio romano altoimperial y por tanto el lugar había sido abandonado hacía tiempo.

Por lo que respecta a la muralla tardorromana parece que Cildá se puebla y fortifica ante el avance imparable de los bárbaros. No hay evidencia de una destrucción por acciones bélicas de la muralla romana y, por el contrario, ya durante la dominación visigoda la defensa se aprovecha y restaura. Tras la ocupación de Leovigildo de Cantabria, en el 574, este rey toma la decisión de establecer una línea defensiva en el norte, una serie de asentamientos de marcado carácter militar de los que Cildá sería una de sus plazas principales.

Tras la reconstrucción por los visigodos de la muralla hay otro periodo del que no existe información arqueológica. Tenemos que esperar hasta el siglo IX, coincidiendo con la reconquista y repoblación de estos territorios por los reyes cristianos, para constatar restos arqueológicos significativos. La población esta vez se extiende deliberadamente hacia el sur de la plataforma.

La ocupación medieval dura escasamente hasta el siglo XIII en que se menciona este sitio como despoblado. Para explicar este abandono se argumenta que Monte Cildá es ocupado en varias ocasiones aprovechando sus extraordinarias condiciones defensivas. Pasados los momentos de inestabilidad y alejadas cientos de kilómetros las fronteras entre cristianos y musulmanes, las gentes que ocupan Cildá eligen para vivir lugares con mejores condiciones: protegidos de los vientos, cercanos a los recursos de agua, en las inmediaciones de las tierras de cultivo y de los terrenos de pasto, etc.

EL YACIMIENTO Y SU VISITA

Merece la pena, desde la plataforma caliza, observar las numerosas cavidades del Cañón de la Horadada, muchas de ellas depositarias de importantes depósitos arqueológicos de la Prehistoria.

Antes, casi por fuerza, debemos haber atravesado la muralla tardorromana reconstruida en época visigoda. En su conjunto es una estructura muy ordenada, compuesta por un lienzo trazado casi en línea recta del que sobresalen en disposición regular torres cuadrangulares.

En algunos puntos los sillares de la base son de enormes dimensiones, muestra de la magnitud y espectacularidad en su momento del recinto defensivo. Particularmente interesantes es la zona norte, en el que hay uno de los tramos mejor conservados y objeto de una consolidación reciente, y el límite sur, zona en la que apreciamos una de las entradas a la población tardorromana. Es un vano flanqueado por dos potentes torres cuadrangulares.

Como dato curioso mencionaremos que se han conservado los goznes o quicialeras de piedra en donde descansaban las hojas de las puertas de madera.

LOCALIZACIÓN Y VISITA

Al yacimiento se accede desde la población de Olleros de Pisuerga. A poco más de 200 metros desde esta población hacia Mave sale a la izquierda un camino que discurre en gran parte a los pies del yacimiento. A la derecha parte una senda practicable con vehículo todoterreno que nos conduce directamente hasta el recinto defensivo.

La zona en la que se localiza Monte Cildá podemos enumerar varios parajes naturales de gran belleza, numerosos monumentos y otros espacios culturales. Destacan, entre otros, las ermitas rupestres –una de ellas en la propia localidad de Olleros–, las iglesias románicas de Cabria, Cezura y Matalbaniega, y el Conjunto Histórico de Aguilar de Campoo con Santa María La Real, la iglesia de Santa Lucía y el castillo como algunos ejemplos de la arquitectura mas emblemática del lugar.

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