Santibañez de la Peña | Palencia
CASTRO DE
LA LOMA
El Castro de la Loma, situado en las proximidades de la localidad de Santibáñez de la Peña, es uno de los poblados fortificados, oppidum, más representativos de la tribu prerromana de los cántabros. Domina un promontorio natural emplazado en el interfluvio formado por los ríos Valdavia y las Heras y el arroyo de San Román.
El asentamiento, fechado entre los siglos III y I a C., estaba protegido por un recinto amurallado imponente de más de 8 metros de altura. La defensa estaba precedida en la zona norte de un profundo foso en V excavado en la roca, de unos 4 m de anchura e idéntico escarpe. En el interior del castro, además, se levantó otra muralla en la zona de la acrópolis que acota un primer recinto. El poblado amurallado ocupa un espacio cercano a las 10 ha.
En la zona sur no hubo necesidad de erigir una muralla, puesto que los abruptos acantilados existentes constituían una defensa natural muy eficaz que hacía inexpugnable este sector.
Durante las Guerras Cántabras el Castro de la Loma, para el que algunos investigadores apuntan que pudo ser la capital de los Cántabros Camáricos, fue uno de los hitos de las acciones bélicas suscitadas en el conflicto. El castro sabemos que fue sitiado y atacado por los romanos a finales del siglo I a C.
El ejército romano en sus campañas de verano construye en torno al castro tres campamentos, castra aestiva, unidos entre sí por un muro que aislaba a los indígenas. Con el objetivo de asaltar en algún momento el oppidum sitúa el campamento principal al noreste y los otros dos, secundarios, al suroeste.
El campamento romano principal, de unas 6 hectáreas de extensión, ocupaba una meseta alargada a cuyo contorno natural adaptan las defensas del acuartelamiento. Sobre la meseta levantaron un terraplén de tierra y piedras, posiblemente rematado por una empalizada de madera jalonada por torres vigía. Para el acceso al campamento proyectan una puerta de las denominadas “en clavícula”, típicas de los campamentos de campaña.
Dos líneas de trincheras completan el desmedido dispositivo militar romano. La más cercana al castro estaba diseñada para protegerse de un contrataque del adversario, mientras que la segunda permitía cubrir la retaguardia.
Los restos arqueológicos encontrados en el interior del campamento pertenecen a un acuartelamiento de legionarios, tropas de caballería y auxiliares de infantería pesada y arqueros, alojados en tiendas de campaña. Centenares de objetos como tachuelas, clavos de los vientos de las tiendas y puntas de flecha de factura romana han sido recuperadas en el transcurso de las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años.
Son precisamente las evidencias armamentísticas recuperadas y estudiadas, las que nos permiten reconstruir el asedio y ataque de las tropas romanas al castro cántabro. Unos 5000 soldados romanos constituían la fuerza de ataque, iniciando el enfrentamiento mediante ataques a distancia con arco y catapulta, son decenas las flechas encontradas en el foso que antecede a la muralla castreña. Las restos arqueológicos hallados en el castro también nos informan que, tras el asalto final, el poblado fue incendiado y destruido totalmente, y no volvería a ser ocupado.
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