No se ha podido confirmar por testimonios arqueológicos o documentales una ermita o iglesia que sirva de referente cultual para esta necrópolis, indudablemente cristiana. La ausencia de un templo no es impedimento para que se afirme  que el lugar tiene un enorme atractivo para la celebración de encuentros culturales y religiosos de las poblaciones de su entorno y que, precisamente el hecho de ser  un referente comunal para las aldeas cercanas, justifica que ese lugar se eligiera para honrar allí a sus muertos.  Se puede argumentar para sancionar estos argumentos que La Coba sería el antecedente, en lo que respecta al encuentro festivo de los pobladores del territorio, de lo que sucede en la actualidad con la popular romería a la cercana ermita de la Virgen de las Flores.

En los enterramientos no se ha localizado ningún elemento de ajuar que nos permita aproximarnos a su cronología. No obstante, teniendo en cuenta el amplio uso en el tiempo de tumbas de idéntica tipología a las de la necrópolis de La Coba, puede datarse desde los siglos VII al XI .

Corroborando su posible correspondencia a la etapa visigoda, recientes excavaciones en el yacimiento han deparado el excepcional e interesantísimo hallazgo de varias estructuras interpretadas como casas, cuyos materiales, como las vasijas cerámicas y las pizarras incisas, pertenecen a época visigoda y se fechan entre los siglos VII y VIII. Algunos objetos, entre ellos un anillo de bronce, un regatón, el extremo inferior de una lanza y un broche de cinturón, no son para nada habituales en los yacimientos visigodos habitacionales, lo que reafirma la condición original del paraje arqueológico de la Coba.  

Los materiales descubiertos permiten sugerir que buena parte de los enterramientos pertenecen al periodo visigodo y al tiempo inmediatamente posterior, la alta edad media, cuando el territorio estuvo ocupado por los musulmanes.