Carucedo, Borrenes, Puente de Domingo Flórez | León
LAS MÉDULAS
AULA ARQUEOLÓGICA
El paraje de las Médulas es de todos conocido por las intensas explotaciones mineras acometidas por los romanos entre los siglos I y III. Sin embargo, la ocupación humana de estos territorios ya había acontecido siglos atrás.
Los astures se asentaron en la zona edificando pequeños poblados en altura protegidos por fosos y murallas. Su actividad económica estaba basaba en la agricultura de cereales y la ganadería de vacuno y oveja, complementada con la caza y la recolección de frutos silvestres. Con todo, no desdeñaron otros trabajos como la recogida de pepitas de oro, lavando los lechos de los ríos mediante la técnica del bateo –peculiar actividad que hasta nuestros días ha tenido lugar en el curso del río Sil–, y su transformación en alhajas, joyas de prestigio que sorprenden tanto por su riqueza como por su perfección técnica.
Es muy probable que el aprovechamiento de la riqueza minera fuera una de las causas, si no la más importante, de la conquista por los romanos de estas tierras, máxime cuando la obtención de oro se había convertido para los romanos en una necesidad apremiante. Augusto había impuesto un sistema monetario para el Imperio basado en las monedas de oro y plata. Con aureus (moneda de oro) pagaban los sueldos de los legionarios y las construcciones públicas: puentes, acueductos, templos, calzadas, etc. Resulta aclaratorio el texto del historiador romano Floro (II, 33, 60) sobre las riquezas del noroeste y las intenciones de los romanos: Toda ella es rica en oro, borax, minio y otros productos colorantes. Por ello cesar ordenó que se explotase el suelo. Y de esta forma, trabajando penosamente bajo tierra, los astures empezaron a conocer sus recursos y sus riquezas, buscándolas para otros.
Con los romanos el poblamiento se diversifica y especializa en función de las nuevas necesidades. Había poblados de mineros, de agricultores – los romanos introducen cultivos como el castaño que hoy forma parte inseparable del paisaje de Las Médulas– ; asentamientos en los que se trabajaba el mineral de hierro y por tanto en los que elaboraban las herramientas de los mineros; pequeños poblados a gran altura, seguramente para aquellos operarios dedicados a mantener en funcionamiento los canales de agua; y lujosas mansiones de estilo romano en donde al parecer habitó la élite administrativa y militar dirigente.
Todo esto sucedió desde el siglo I hasta el siglo III, momento en que el sistema monetario cambia a otro patrón que no se basa en el oro y las Médulas pierden ese interés prioritario para el Imperio Romano. A la razón monetaria se suma la inestabilidad en las fronteras y la crisis económica que entre otras cosas causa un probado descenso demográfico. Hay incluso teorías que especulan que la unión de todos los factores aludidos provocó la falta de mano de obra.
Las minas se abandonan, con la enorme suerte para nosotros que desde esa fecha los frentes de explotación no fueron objeto de otros trabajos mineros.
Nos encontramos, pues, ante un paisaje cultural fósil que no difiere en demasía a su imagen en el siglo III. Es, además, la mayor mina de la antigüedad conocida en nuestros días, una singularidad excepcional reconocida en su declaración en 1997 como Patrimonio de la Humanidad.
EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO Y SU VISITA
A la entrada del pueblo de Las Médulas hallamos el Aula Arqueológica, en el que se le informará de los recursos arqueológicos y de los recorridos para conocer el paraje de la mina romana. Éstos están señalizados en el terreno y abarcan los elementos más destacados, como la mina de oro, los castros prerromanos o los asentamientos romanos.
En el Aula Arqueológica se adquieren los conocimientos necesarios para comprender el paisaje cultural y su contexto histórico, con maquetas, mapas, dibujos que reconstruyen el trabajo en la mina y reproducciones de utensilios usados por los mineros.
El Centro de Recepción de Visitantes, de las Médulas también proporciona cumplida información sobre los recursos y la posibilidad de visitas guiadas.
LA MINA ROMANA
Para comprender sobre el terreno la minería antigua en Las Médulas habremos de desplazarnos hasta el denominado Mirador de Orellán al que se accede desde esta población siguiendo un camino perfectamente transitable en coche.
Las vistas del mirador permiten observar hacia el oeste la imagen más típica de Las Médulas, el enorme espacio excavado, y hacia el lado contrario, el este, unas fuertes pendientes igualmente objeto de la intensa explotación por los romanos. Dos sistemas bien diferentes que tienen en común la utilización del agua como elemento imprescindible de las operaciones mineras.
Las obras de los romanos para traer el agua hasta los frentes de explotación son tan extraordinarias como las propias minas. Una extensísima red de canales viene desde La Cabrera, a más de 100 kilómetros y es particularmente tupida en ambas vertientes de los Montes Aquilanos.
Hacia el este del mirador apreciamos estos canales, perceptibles por algunas líneas que cortan las montañas. Con más detalle observamos uno de estos conductos a unos 800 metros, siguiendo el camino a pie desde el Mirador de Orellán. Junto al propio camino hay un sector excavado de estos cauces que nos permite explicar como eran estas obras hidráulicas. El vaso por el que discurría el agua no era excesivamente profundo, buscando más los aportes continuos de pequeñas láminas de agua que la recogida puntual de grandes acometidas. Normalmente van encajados en la roca, lo que no quita que en las ocasiones necesarias el cauce se completará con paredes de piedra o madera.
Ya en las cercanías de los frentes mineros el agua se conducía hasta los depósitos de regulación –uno de estos depósitos antiguos es hoy el aparcamiento junto al Mirador de Orellán– donde lo almacenaba hasta su uso.
La explotación minera era abordaba siguiendo diversos sistemas. El más simple es el apreciamos desde el Mirador hacia el este. Consiste en dejar caer el agua acumulada en tromba sobre las inclinadas pendientes provocando la erosión del terreno, tal y como se aprecia en los surcos convergentes. Tras separar las piedras, cuya acumulación se conoce en la zona con el nombre de Murias, se conducía otra vez por medio del agua la tierra por los canales de lavado o agogae fabricados en madera -similares a los utilizados para la explotación del oro en California– y en cuyo fondo disponían plantas resinosas como urces y brezos que retenían las pequeñas pepitas de oro. Finalmente quemaban las plantas y mediante bateo u otras técnicas -hay cada vez más testimonios, por ejemplo, sobre la posible utilización de mercurio- separaban el oro.
Esta forma de trabajo era la más común en los sectores en los que los estratos más ricos en oro –60 a 300 mg de oro por m³– aparecen cerca de la superficie, pero evidentemente no servía en aquellos lugares en los que los lechos ricos en oro están a varios metros bajo el suelo. En este último caso los romanos utilizaron lo que Plinio describió como ruina montium y que básicamente consiste en excavar una red de galerías subterráneas comunicadas entre sí tanto vertical como horizontalmente y, muy importante, sin salida hacia el exterior salvo por un solo orificio en el que como veremos se introducía el agua en tromba. Para la planificación de los trabajos necesarios en Las Médulas, así como para establecer la red de canales y depósitos es muy probable que contarán con los ingenieros del cercano campamento legionario de León. Uno de los depósitos, el que serviría para la última fase de las explotación de Las Médulas, está junto al mirador de Orellán. Tenía una capacidad para 16 millones de litros de agua.
A pocos metros del mirador se visita la galería de Orellán. Aunque modificadas por la erosión nos introducimos en las galerías excavadas en el siglo III. Aun es posible ver en algunos puntos los perfiles originales de época romana y las huellas de los picos mineros, y a su vez intuir los peligrosísimos trabajos que comportaba la excavación de las galerías. Plinio El Viejo (23-79 d.C.) hace esta sugerente descripción: “las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de las lámparas. Su misma duración sirve para medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día”.
Finalizada la red de galerías el agua se introduce en tromba, uniéndose a la fuerza de aquella la comprensión del aire que actúa como un autentico explosivo, provocando en suma el derrumbamiento de la montaña. Desde el Mirador se aprecia la magnitud de los trabajos y también es recomendable disfrutar de otro punto de vista magnífico de la explotación desde la Cuevona, en la población de Las Médulas. Algunas cifras dan idea de la intensidad de los trabajos mineros. El desnivel de la zona removida sobre pasa los 100 metros de altura; las por lo menos 11 veces documentadas tareas completas de Ruina Montium ocupan alrededor de 4.000.0000 m2 y la tierra removida supera ampliamente los 100.000.000 m3.
A partir del derrumbe de la montaña las operaciones se asemejan notablemente a las descritas anteriormente, se apartan las piedras y se hace discurrir con la ayuda del agua la tierra por los canales de madera en cuyo fondo se deposita el oro. La descripción de estas labores, algunas de ellas sin contrastar arqueológicamente por la pérdida entre otros de los materiales vegetales, nos la proporciona el escritor romano Plinio. En el llano queda todavía otro trabajo. Se excavan fosas por las que fluya la corriente -se llaman “agogas”-; éstas se cubren escalonadamente con “urce”. Es una rama similar al romero que por ser tupida retiene el oro. Los lados se cierran con tablas y por las zonas abruptas son suspendidos los canales. Así la tierra fluye y se desliza hacia el mar y el monte derrumbado se diluye, e Hispania ya ha arrojado tierras a lo lejos en el mar por estas causas. El “urce” se seca, se quema y la ceniza se lava sobre un lecho de césped, para que el oro se decante”.
Era necesario, además, evacuar mediante surcos la tierra lavada, acumulándose ésta en amplísimas superficies. Desde el denominado Mirador de Pedrices, a menos de 2.5 kilómetros siguiendo el camino desde el Mirador de Orellán, existe una magnifica vista, la más completa de los sectores explotados mediante Ruina Montium. En este privilegiado balcón sobre las Medulas vemos los cortes de los últimos frentes de explotación, diseminadas por el campo las enormes acumulaciones de piedras –murias–, los canales de evacuación que dan lugar al lago Sumido o la acumulación de tierras estériles que llegan casi hasta la población de Carucedo. Estas tierras desplazadas ocupan una superficie de cerca de 3.000.000 de m2, en algunos puntos alcanzan alrededor de 30 metros de espesor y, entre otras cosas, dieron lugar a la formación del lago de Carucedo al quedar taponada por las tierras procedentes de la mina la salida natural del arroyo.
Justo al otro lado tenemos una magnifica vista de otra explotación mediante surcos convergentes. Se calcula que los romanos extrajeron alrededor de 5.000 kilos de oro en las Médulas, una cantidad similar a la que según el investigador principal del paraje aún permanece sin explotar.
CASTROS ASTURES
Gracias al ambicioso programa de investigaciones arqueológicas de las Médulas que ha incidido en varios poblados astures hoy es posible visitar dos de ellos consolidados y señalizados para su visita pública. El poblado de El Castrelín de San Juan de Paluezas, al que se accede siguiendo un camino solo transitable con todo terreno, tiene la virtud de exhibir todas las características propias de los asentamientos de época astur. Es un pequeño núcleo de población que albergaría a no más de un centenar de individuos. Ubicado en una posición geográfica dominante está protegido además por murallas y fosos. Las viviendas están agrupadas en las proximidades de la muralla sin una organización determinada, con las casas prácticamente juntas, incluso con muros casi pegados entre unas y otras.
En uno de los sectores excavados distinguimos la organización interna de las casas. Había siempre un almacén o granero, más parecido a un hórreo puesto que el suelo está elevado sobre el terreno para proteger los alimentos de la humedad. Su función de almacenamiento de los alimentos prioritaria para estas gentes explica que sea la parte de la casa mejor construida. También disponían de una cocina, a su vez el lugar en que dormían, y una pequeña habitación que servía de como taller en el que practicaban trabajos artesanales: fabricación de útiles en piedra, elaboración de cerámicas, fundición de metales, etc. Como complemento algunas viviendas disponen de un pequeño corral.
Por su parte el castro de Borrenes, situado a menos de 300 metros de esta localidad, es la mejor prueba de cómo la llegada de los romanos no fue precisamente un episodio pacífico para las poblaciones indígenas. En las excavaciones documentaron una muralla y un foso que protegían el castro y los cimientos de dos habitaciones. La llegada de los romanos coincide con la construcción del castro, y no solo interrumpieron la edificación de las viviendas, sino que forzaron la destrucción de la muralla a medio levantar, evidentemente con la intención que los astures no se refugiaran más adelante en el castro.
POBLADO ROMANO DE ORELLÁN
Aunque recibe la denominación de castro, dista mucho en su concepción urbanística y en su funcionalidad de los castros prerromanos. En sus cercanías hay una brecha de mineral de hierro y junto al poblado habitado hay enormes montones de escoriales de este mineral. Es un poblado dedicado a la fabricación de herramientas de hierro, hipótesis confirmada por el descubrimiento en el interior del asentamiento de hornos de fundición. Las casas están organizadas, al contrario que los castros prerromanos, mediante calles perpendiculares. En el interior de una de las casas se halló un granero, posiblemente comunal, que almacenaba 70 kilos de trigo, cebada, mijo y habas.
PEDREIRAS DEL LAGO
El yacimiento de Las Pedreiras de Lago se sitúa a la izquierda de la carretera que desde Carucedo conduce a El Lago. Es una casa de estilo romano, en la que la vivienda se organiza en torno a un patio porticado en cuyo centro habría una fuente. Las habitaciones se distribuyen alrededor del patio mencionado. La copia de los modelos de las ricas casas del ámbito mediterráneo, el lujo de los materiales constructivos, con las paredes por ejemplo pintadas de estuco, u otros datos que avalan la suntuosidad de las costumbres de sus moradores como los restos de ostras recogidas, confirman que sería la residencia de los funcionarios romanos que administraban la explotación de las minas romanas de Las Médulas.
EL CASTILLO DE CORNATEL
La prosperidad del territorio se vio seriamente mermada a partir del abandono de las minas en el siglo III y habrá que esperar a la etapa de repoblación cristiana para que la zona vuelva a tener un cierto protagonismo. En esa etapa histórica se citan algunas poblaciones y surge el castillo de Cornatel como símbolo del poder político de los señores que dominan el territorio y también como punto estratégico desde el que controlan los accesos a Galicia y Portugal por el Valle del Sil. Edificado en el siglo X y en el siglo XIII sabemos que fue fortaleza de los templarios, pasando seguramente a la corona en el 1313, fecha en que se suprime la famosa orden religiosa. Entre 1470 y 1482 se reconstruye por el Conde de Lemos, fecha a la que pertenecen la mayor parte de las fábricas que hoy podemos contemplar: la torre del homenaje, las casas colgantes o el llamado torreón del Comendador situado en un saliente rocoso, colgado prácticamente sobre el acantilado, con una vista panorámica excepcional. El castillo ha sido objeto de sucesivas restauraciones para adecuarlo a su visita pública y ofrece diversos recursos didácticos que explican su contexto histórico y la evolución de la fortaleza.
LOCALIZACIÓN Y VISITA
Desde Ponferrada hay que coger la antigua carretera de Oviedo hasta Carucedo. Desde aquí podemos optar por dirigirnos a la localidad de Médulas en la que se encuentra el Aula Arqueológica y el Centro de Recepción de Visitantes, y desde la que se visita la zona inferior de la explotación. La segunda opción es la de dirigirnos a Borrenes y Orellán, para acceder a la zona del Mirador y Galería de Orellán y al Mirador de Pedrices.
La visita a los lugares arqueológicos de las Medulas es libre salvo al Aula Arqueológica y la Galeria de Orellán. En los alrededores hay un buen número de lugares interesantes como el Conjunto Histórico de Villafranca del Bierzo, el monasterio de Carracedo, el castillo de Ponferrada y en las cercanías de esta población la fragua de Compludo o las iglesias mozárabes de Santo Tomás de las Ollas y Santiago de Peñalba.
Desde Puente de Domingo Flórez se accede a la Cabrera, comarca en la que es obligada la visita a varias poblaciones con extraordinarios elementos de arquitectura vernácula y, por supuesto, a las conducciones romanas de abastecimiento hidráulico para las Médulas.