Por : Carlos Belloso Martín
La época de mayor crecimiento económico en La Calzada de Béjar se sitúa en los años finales del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, como se refleja en la construcción de sus mejores edificios, con fachadas porticadas, muchos de los cuales aún se conservan. La historiadora Rosa Ros señala que la primera mitad del siglo XVIII fue una etapa de expansión productiva, pero que sin embargo la industria bejarana se vio sometida a crecientes tensiones desde mediados de la centuria. En primer lugar, ya desde los años cuarenta se detectan problemas crecientes con la capacidad de los tintes, monopolio de la casa ducal.
El hundimiento de los precios de la lana que tuvo lugar de 1757 a 1762 animó a los fabricantes a comprar mayores porciones de esta materia prima y propició que nuevos individuos se aventuraran a invertir a pequeña escala en el negocio pañero. Pero a partir de la década de 1760 surgieron nuevos problemas que desembocarán en una aguda crisis productiva con una caída de cerca del 37% entre 1762 y 1776, motivados en parte por la pérdida del mercado madrileño.
La reacción fue que el gremio de fabricantes de paños bejaranos emprendiese la reforma de sus Ordenanzas, que se aprobaron en 1765, que fijaban restricciones al acceso a la fabricación y mejoraba las condiciones de los fabricantes. Con ello se consiguió una considerable disminución del número de fabricantes bejaranos en 1751 y en 1780, pero con una mejor productividad.
En las décadas siguientes se asistió a una expansión productiva, una tendencia que llegará hasta los años de crisis anteriores a la Guerra de la Independencia, y a la que contribuyó la superación del monopolio ducal sobre el tinte, permitiendo a algunos fabricantes –ya fuesen miembros o no del Cuerpo de la Compañía gremial, lo que suponía la ruptura del sistema gremial tradicional- para teñir telas propias y ajenas, abriendo nuevos mercados de venta, como fueron el gallego y los suministros al ejército.
Durante décadas ha existido la creencia que la industria textil de la comarca de Béjar quedó prácticamente destruida durante la Guerra de la Independencia por las actuaciones del ejército inglés, que seguía las indicaciones de su jefe militar el Duque de Wellington, quien así actuaba para conseguir hundir económicamente a España y así eliminar un posible rival en el futuro, como ya lo había sido en el pasado España e Inglaterra Sin embargo, las investigaciones históricas más recientes apuntan a que el ejército inglés no fue el causante de dichos destrozos, pues jamás ha sido verificado el bombardeo de Wellington sobre Béjar para acabar con la industria textil, del que tanto se había hablado, aunque sí se ha documentado el saqueo e incendio francés del verano de 1809.
Béjar ha sido una ciudad textil lanera por excelencia, una actividad industrial que ha sido el motor económico de toda su comarca. Su industria ha sido uno de los casos más importantes de especialización productiva de Castilla.
Su producción ha ido manteniéndose con el paso de los siglos, un hecho meritorio si se tiene en cuenta el reducido tamaño de Béjar, y su localización casi aislada en lo que al textil se refiere, muy alejada de las grandes áreas textiles españolas de referencia, como eran la catalana y la valenciana.
Béjar se incorporó a tiempo a la revolución industrial en el primer cuarto del siglo XIX, con lo que la producción de sus fábricas textiles pasó de abastecer únicamente al mercado local y poblaciones cercanas a entrar en competencia con industrias foráneas para tratar de aprovisionar mercados cada vez más lejanos.
Uno de los graves inconvenientes que tuvo fue el de las comunicaciones, ya que el ferrocarril no llegó hasta finales del siglo XIX, en 1894. Este retraso perjudicó mucho a su industria textil respecto a sus competidores de Cataluña y Valencia, poniendo en peligro su supervivencia, y habrá que esperar hasta los años treinta del siglo XX para su recuperación.
La época de mayor esplendor para el textil bejarano se vivió en la década de los años sesenta del siglo XX. La localidad salmantina llegó a ofrecer empleo a más de 5.000 trabajadores y en torno al río Cuerpo del Hombre, aprovechando las corrientes del agua para alimentar las turbinas hidráulicas, se fueron asentando decenas de fábricas de telas logrando una imponente industria textil.
Actualmente, una ruta turística intenta poner en valor ese importante patrimonio histórico-industrial de la localidad salmantina y así descubrir a las nuevas generaciones el floreciente pasado textil. La mayor parte de las fábricas se encuentran hoy inactivas, pero son parte de la historia de este municipio. Es lo que se conoce como la «Ruta de las Fábricas Textiles de Béjar», que discurre a través de cuatro kilómetros, donde se van dando cuenta de las principales fábricas que allí se asentaron.