Por : Carlos Belloso Martín
La zona denominada Campo de Argañán, situada al oeste de la provincia de Salamanca, sirvió de límite con Portugal desde los orígenes de su independencia del Reino de León. La frontera natural de las Arribes, difícil de traspasar, se transforma en esta zona en un campo abierto y llano denominado Raya Seca, atravesada por unos ríos de escasa entidad: Coa y Águeda. Este factor geográfico, unido a la pretensión de nobles y reyes por dominarse mutuamente y de apoderarse de tierras y vasallos, ha hecho de la zona un lugar de conflictos permanentes. No existe ninguna otra zona en los 1.234 kms. de frontera con Portugal donde las escaramuzas, asaltos, asedios, pillajes, guerrillas, guerras e invasiones se hayan dado con mayor intensidad.
Los pactos y garantías gubernativas sobre zonas lusitanas y leonesas que la soberana Urraca I, heredera del rey Alfonso VI, permitió primero a los condes portugueses en conjunto primero, y luego con su hermanastra Teresa, nos enseñan más que el fraccionamiento de esa parte del reino hacia la independencia, que de hecho se produjo en tiempos de Alfonso VII, la forma de mantener esas regiones en la esfera leonesa de una manera bastante práctica, basada en la teoría imperial, a fin de concentrar fuerzas y atención en la zona Este que estaba penetrada y ocupada en varios enclaves importantes por las fuerzas de Alfonso I de Aragón. la reina convocó a sus fieles y a sus vasallos de Asturias, Tierra de Campos, Castilla y las zonas de la Extremadura para que le ayudaran en el proceso de recuperación de sus territorios patrimoniales.
Urraca se encontró en medio de la presión interna del reino que tanto fuerzas seculares como eclesiásticas ocasionaban en su intento de consolidar su propio poder y jurisdicción sobre zonas geográficas y urbanas determinadas. Por otro lado, los intentos y ocupaciones territoriales por parte de los condes lusitanos, la ocupación aragonesa en tierras castellanas y leonesas, y ocasionalmente las presiones del Papa, pueden contarse entre los factores externos que la reina debió enfrentar y tratar de conciliar dentro de su periodo de gobierno.
Doña Urraca adquirió protagonismo total al ser la única heredera de León y tras su coronación en 1109, a pesar de que ella fue condesa viuda de Galicia. Hasta la muerte de su esposo el conde Enrique en 1112, doña Teresa no adquiere relevancia política constatable. Ambas mujeres como encarnación de la Potestas llevan a cabo convenios y relaciones propias de la sociedad señorial, las cuales son principalmente diplomáticas, militares, sea de manera conjunta o en bandos contrarios sea en asedios o escaramuzas o en donaciones territoriales de la leonesa a la portuguesa. En suma, entablaron relaciones de dependencia mutua de ayuda y sostenimiento propias del mecanismo jerárquico de la “regina” bajo la “Imperatrix”.
Hasta 1126 las relaciones entre las hermanastras fueron de guerras, pactos incumplidos, amenazas, cambios de aliados y concesiones. Producida la separación de doña Urraca de Alfonso I, inmediatamente ella se dedicó a consolidar su poder por aquellas zonas más vulnerables a una ocupación inmediata de fuerzas aragonesas. Con la condesa de Portugal, Urraca I celebró un pacto de amistad entre los meses de noviembre y diciembre de 1110. La reina de León se aseguró de mantener bajo su ámbito de influencia los dominios de Zamora, Salamanca, Ávila, Arévalo, Toro, Medina del Campo, Coria, Simancas, únicamente por mencionar algunos, a pesar de que éstos pasaban a la potestad directa de su hermanastra. Teresa, por su parte, se comprometió a defender esas tierras y sus gentes como una buena hermana de los enemigos moros y cristianos de su hermana Urraca, señora de León.
El gobierno indirecto de esas importantes posesiones en el corazón del reino de doña Urraca le concentrarse más desahogadamente en sus estratagemas para extirpar la presencia aragonesa en sus territorios. Se conocen bien los primeros pactos para ganar posiciones en o a costa del reino de León. La primera alianza fue entre Alfonso I y el conde Enrique de Portugal e iría con todas sus fuerzas contra la reina leonesa a fin de “Que todo aquello que del reino de la reina ganasen, fuese partido por la meitad entre amos a dos”. Las fuerzas militares combinadas lusitano-aragonesas vencieron en Candespina, Sepúlveda y Sahagún a las leonesas en octubre de 1111. Zamora y el castillo de Cea pasaron al dominio portugués (GORDO MOLINA, Á. G., 2007: 7-10).
Dos fueron las estratagemas que la reina siguió en estos momentos para no se menguara su patrimonio: por un lado se trajo a los lusos a su lado, y por otro, intentó cercar al batallador en alguna ciudad. La inestimable ayuda de los portugueses en las campañas leonesas fue correspondida en otra alianza. En virtud del nuevo pacto el conde Enrique fue encomendado a la recuperación y toma de posesión del castillo de Cea y de la ciudad de Zamora. Sin embargo, el avance de Alfonso I le llevó a acercarse y posteriormente tomar la ciudad regia de León. La reina, por temor a ser apresada, había ya huido hacia Galicia donde estaba su hijo y sus partidarios; portugueses y aragoneses, cada uno por su cuenta, reforzaban posiciones en el reino.
El asedio militar de la reina Urraca I a su marido en Carrión, facilitó retomar las negociaciones diplomáticas entre leoneses y aragoneses. Fue la reina Urraca la que había tomado la iniciativa de acercar posiciones con Alfonso I ya que deseaba desembarcarse de la costosa alianza que mantenía con los condes portugueses. Sobre todo luego de que el conde falleciera y de que la condesa demostrara tener voluntad de seguir con su política expansiva e independiente del poder central leonés. Después de todo, la condesa retenía Zamora, Salamanca y Astorga y parecía que no estaba dispuesta a renunciar a esas plazas ni a su jurisdicción sobre ellas.
Situados en el verano de 1121. El contexto de los hechos se desarrolla en una campaña que la reina Urraca llevó a cabo en Portugal contra su hermana Teresa. El arzobispo Gelmírez participó en persona con su ejército a petición de la reina en esa campaña que se dirigía a liberar Tuy y sus alrededores. El éxito de la expedición militar logró cerca de Braga a la misma condesa de Portugal en el castillo de Lanhoso; la coalición militar leonesa gallega se había apropiado de gran parte de Portugal (GORDO MOLINA, Á. G., 2007: 11-12).
Con la llegada al trono de Alfonso VII (1126-1157) se produjo la unión de los reinos de Castilla y León al heredar ambos territorios por ser el sucesor de doña Urraca y nieto de Alfonso VI, rey de Castilla y León. A los tres años de ser elegido rey, en 1129, concede junto con su esposa doña Berenguela el fuero de Zamora al concejo de Castrotorafe, señalándole términos de jurisdicción muy extensos, definiendo su entorno en el fuero con una relación de pueblos. Fue un periodo complicado en el que el rey tenía como principal objetivo imponer su autoridad frente a su madre y a su padrastro Una vez conseguido este objetivo, y muerto su padrastro, es nombrado emperador en 1135, iniciando en este momento la lucha contra el Islam, y conquistando Coria, Oreja, Calatrava y Almería en 1147, de la cual es expulsado en 1157, muriendo, precisamente, al regreso de esta ciudad. (ÁLVAREZ ORTIZ, P., 2002: 35).
Otro problema con el que tuvo que enfrentarse es el de Portugal, en donde Alfonso Enríquez se venía titulando rey, título que le reconoce el emperador desde 1143, pero con juramento vasallático. Quizás estas relaciones conflictivas con el país vecino fue uno de los aspectos que llevó a Alfonso VII a fortalecer la población de la villa de Castrotorafe mediante la concesión del fuero. Confirmando dicha concesión figura el conde Ponce de Cabrera, un noble leonés de origen catalán, personaje de gran relieve y muy vinculado a Castrotorafe, que fue nombrado mayordomo del rey en 1145.
Entre los años 1166 y 1168 el rey de Portugal Alfonso I Enríquez, se apoderó de varias plazas pertenecientes a la corona leonesa. Fernando II de León repobló Ciudad Rodrigo, y el soberano de Portugal, con la sospecha de que su yerno la fortificaba con el propósito de atacarle en el futuro, envió contra aquella plaza un ejército mandado por su hijo, el infante Sancho de Portugal, heredero del trono de Portugal. El rey de León acudió en auxilio de la plaza sitiada y, en un encuentro que tuvo con las tropas portuguesas, las puso en fuga. Alfonso I de Portugal invadió entonces Galicia, se apoderó de Tuy y de otros muchos castillos, y en el año 1169 atacó la ciudad de Cáceres. Posteriormente marchó junto con sus tropas contra la ciudad de Badajoz, que se hallaba en poder de los musulmanes, pero que según lo acordado en el tratado de Sahagún, que había sido firmado en 1158, debería pertenecer cuando fuera reconquistada al reino de León.
A principios del verano de 1169, el portugués Gerardo Sempavor tomó la ciudad de Badajoz después de un largo asedio, pero el gobernador de la ciudad se refugió en la Alcazaba de Badajoz, y el asedio hubo de continuar. Viendo la oportunidad que se le presentaba de añadir a sus dominios la principal ciudad de la región a expensas de sus enemigos cristianos y musulmanes, Alfonso I de Portugal acudió con un ejército a Badajoz a fin de sustituir a Gerardo Sempavor como conductor del asedio. La ciudad de Trujillo se convirtió en la cabeza del señorío reunido por Fernando Rodríguez de Castro “el Castellano”. Ello provocó la oposición del rey Fernando II, quien argumentó que Badajoz le pertenecía. El rey de León se dirigió entonces hacia el sur al frente de un ejército, a petición del califa almohade, quien ya había enviado un contingente de quinientos caballeros a fin de socorrer a su gobernador sitiado. Fernando II capturó al rey Alfonso I de Portugal y a Gerardo Sempavor. Tras la toma de la ciudad y de la Alcazaba de Badajoz por los leoneses, éstos últimos dejaron la ciudad en manos de sus aliados musulmanes. Varias de las localidades que Gerardo Sempavor había conquistado fueron entregadas al reino de León a cambio de su libertad.
Fernando II de León conservó la ciudad de Cáceres, pero las localidades Trujillo, Montánchez, Santa Cruz de la Sierra y Monfragüe pasaron a ser propiedad de Fernando Rodríguez de Castro “el Castellano”. Tras la donación recibida, Fernando Rodríguez de Castro pasó a ser señor de un señorío semi-independiente localizado entre los ríos Tajo y Guadiana, cuya sede se hallaba en la ciudad de Trujillo. El rey Alfonso VIII de Castilla se percató de la importancia estratégica de las fortalezas concedidas a Fernando Rodríguez de Castro, con vistas a una futura repoblación, pues las fortalezas se hallaban en la zona que según el Tratado de Sahgún de 1158 pertenecía al área de influencia del reino de Castilla.
Vencidos por Alfonso I Enríquez, los musulmanes atacaron en 1173 el reino de León, intentando apoderarse de Ciudad Rodrigo; pero Fernando II, que tuvo conocimiento de sus propósitos, se atrincheró en la ciudad salmantina con las tropas que pudo reunir en León, Zamora, en varios lugares de Galicia, y en otros puntos del reino, dando orden al mismo tiempo al resto de su ejército de reunirse con él lo antes posible. Así consiguió derrotar a los musulmanes.
El Acuerdo de Badajoz de 1267, firmado entre el rey Alfonso X el Sabio y su nieto don Dionis, estableció los límites entre Portugal y Castilla-León en las márgenes del río Guadiana; al norte del río, Marvao y Valencia de Alcántara serían de Castilla y Arronches y Alegrete de Portugal. Veintiocho años después (1295), aprovechandose de la anarquía que asolaba Castilla tras la muerte del rey Sancho IV en 1297, las tropas lusas del rey Dionis se anexionaron las tierras de Moura y Serpa al otro lado del Guadiana y conquistaron Riba de Coa y Alvalade.
En medio de este clima de convulsiones, la reina viuda María de Molina velaba por los intereses de su hijo Fernando IV, de nueve años, frente a las aspiraciones de los Infantes de la Cerda. Para buscar la alianza del rey de Portugal, la reina viuda aceptó firmar el Tratado de los Alcañices el 12 de septiembre de 1297 con el rey Dionis de Portugal, por el que se acabó de fijar la raya entre Castilla y Portugal por donde más o menos discurre ahora la frontera entre España y Portugal. El rey Dionis consiguió el reconocimiento de sus derechos sobre Olivenza, Onguela, Campo Maior y San Félix, devolviendo a cambio Aracena y Aroche. De esta manera Portugal consiguió su total independencia frente a las pretensiones de Castilla, logrando una frontera de larga duración.
En definitiva, respecto al establecimiento de la frontera entre los reinos de Portugal y León en el siglo XII podemos afirmar que en esta época no se trataba tanto de llenar un espacio que en muchas zonas no estaba vacío, sino de someterlo a un encuadramiento político-administrativo y dependencia de la autoridad regia, lo cual constituye en definitiva un hecho de naturaleza política.
Al igual que frente a la España musulmana, la frontera entre León y Portugal durante el siglo XII va a constituirse más que nada a modo de marca antes de suponer un límite territorialmente estable (CALLEJO PUERTA, M., http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/4005.pdf).