Los personajes de este relieve se caracterizan por un canon esbelto, pese a disponerse arrodillados, y una actitud serena y reposada. A ella contribuye la reducida expresividad y la contención en los pliegues, no demasiado abundantes ni aristados, apreciación esta última que probablemente deberá más al embotado derivado de la superposición de policromías que al estilo inicial.
Se advierten similitudes con otras obras atribuidas a Aerst como en el rostro de la comadrona con ese mismo personaje en el relieve de la gran sala del Ayuntamiento de Lovaina o en los peculiares rizos de San José, trazados mediante una espiral de buen tamaño, muy semejantes a los de la barba de San Simón o el cabello de San Pedro en el retablo de las Navas de Pamplona.
También es característica la definición del paisaje, con esos agudos peñascos que ascienden en diagonal coronados por arquitecturas fortificadas de gusto flamenco, al modo del maestro de Ramerupt, y que se retomarán en los retablos de Rieden, Funchal o en los relieves procedentes de Itziar, hoy en el Museo Diocesano de San Sebastián.