La policromía es el conjunto de capas sucesivas aplicadas sobre tallas y retablos a fin de colorearlos y dotarlos de expresión. Equipos de artesanos especializados llevaban a cabo las operaciones necesarias para su elaboración, comenzando por los que preparaban las obras y continuando con los doradores y los pintores decoradores. El procedimiento venía acompañado de diferentes fases de montaje y control.
La primera operación consistía en el encolado y la aplicación del aparejo. Este, de color blanco, se extendía a pincel en varias manos sobre la madera, a menudo impregnada de cola. En el Norte de Europa, se componía de creta y cola animal, mientras que en la Península Ibérica, Italia y sur de Francia, se realizaba a base de "gesso".
El aparejo era grueso en las zonas destinadas a recibir láminas metálicas pulidas (bruñidas) y muy delgado en aquellas de oro mate y encarnaduras. Se lijaba con ayuda de hierros evitando así el embotamiento de los volúmenes por acumulación de capas.
El pan de oro, material muy costoso, recubre la mayor parte de la superficie de los retablos flamencos. Su brillo, relacionado con el concepto de divinidad, convenía a la perfección a las historias ilustradas de los retablos con las que se pretendía instruir a los fieles.
El dorado y plateado bruñidos, aplicados al agua, se realizaban colocando las hojas metálicas sobre una base de arcilla de color rojo anaranjado llamada bol, aglutinada o mezclada con cola animal o clara de huevo diluida. La superficie metálica así obtenida se pulía entonces con un bruñidor fabricado con una piedra de ágata o un diente de marfil. A menudo, la plata se protegía con una capa transparente coloreada (veladura) para impedir su oxidación.
El dorado y plateado mates se obtenían asentando esas mismas láminas sobre un mordiente o aglutinante graso llamado “sisa”. Se utiliza frecuentemente en pequeños detalles esculpidos cuya delicadeza de talla no debía verse alterada.
Los colores se elaboraban a partir de pigmentos provenientes de la molienda de minerales o de colorantes de origen vegetal. Al mezclarse con cola conservaban un aspecto mate y puro, como el azul de azurita, ampliamente utilizado en los retablos flamencos, principalmente en los enveses de los ropajes y en las decoraciones arquitectónicas.
En cambio, cuando los pigmentos o colorantes se aglutinaban con aceite de linaza, los colores obtenidos eran más lisos y brillantes, como los rojos y los verdes, pudiendo encontrar también detalles pintados en blanco (tocados), negro (cenefas) o amarillo (pavimentos).
Además de estos colores puros, se utilizaban mezclas, especialmente en ciertas decoraciones y en las encarnaciones, zonas donde se imitaba el tono de la piel. Estas últimas contribuyen a la caracterización de los personajes, con tonos muy rojos para los “malvados” y claros para los “buenos”. Ojos, labios, lágrimas y gotas de sangre completaban la policromía con gran refinamiento.
Técnicas decorativas sencillas
1. La labor de punzón consiste en el juego decorativo de pequeños huecos sobre el oro obtenidos al golpear puntas de diferentes formas sobre la superficie dorada, tras el bruñido. El punzonado de los retablos de Bruselas es particularmente refinado, mientras que el de Amberes es más rápido y mecánico.
2. Las aplicaciones metálicas en forma de medias esferas, flores de lis o estrellas, elaboradas en latón dorado se disponían sobre la capa pictórica todavía fresca. Estos adornos se reservaban para una serie de retablos bruselenses de gran calidad.
3. Las decoraciones pintadas a punta de pincel se ejecutaban bien sobre el dorado bruñido bien sobre otra capa coloreada, desarrollando motivos de líneas, arabescos, letras y detalles florales o geométricos, personalizando así las vestimentas de los personajes. Aplicados con ayuda de pinceles muy finos y a menudo utilizando un aglutinante oleoso, estos ornamentos completaban la obra.
Técnicas decorativas complejas
1. El brocado aplicado es una decoración en relieve que imita ricos tejidos bordados en oro. Apareció hacia 1420-1430 y perduró en Europa hasta 1560 aproximadamente. Se empleó en un gran número de retablos de Bruselas y algunos de Amberes y Malinas.
Sobre un molde previamente grabado y revestido de una hoja de estaño, se vertía una masa de relleno magra (creta y cola) o grasa (cera y resina). Tras el desmoldado, el motivo obtenido podía dorarse con oro mate y realzarse con color, disponiéndose en forma de placas rectangulares yuxtapuestas, como decoraciones aisladas o a modo de cenefa.
2. El esgrafiado consiste en cubrir una lámina metálica con una capa coloreada para después retirarla parcialmente siguiendo un dibujo con ayuda de un instrumento punzante, el grafio. Esta técnica se desarrolló mayoritariamente en retablos de Amberes y Malinas y permite realizar magníficos efectos decorativos con mayor rapidez que con el brocado aplicado.
M. Serck-Dewaide