Los retablos de origen flamenco fueron muy estimados en España, pese a que nuestro país contaba con una tradición propia en este género de obras que alcanzaría cotas significativas, por su calidad y cantidad, en la Europa de fines de la Edad Media. A pesar de las innumerables pérdidas y alteraciones de las que fueron objeto, aún hoy constituyen un capítulo digno de consideración en las panorámicas de la escultura del gótico tardío. Es la comunidad autónoma que más ejemplares conserva, dieciséis sin contar el de Fuentes de Duero (hoy en el Museo de Springfield), aunque muchos de forma fragmentaria.
Su distribución en el tiempo y en el espacio no es uniforme. La mayoría se fechan entre los años 1430 y 1470 o entre 1500 y 1520. Varios permanecen en su ubicación original (Segovia, San Lesmes), y otros han pasado a incorporarse a colecciones de algunos museos (Nacional de Escultura de Valladolid, Museo Diocesano de Palencia).
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Respecto a los centros de origen, los retablos conservados en España siguen las pautas habituales. Aunque el retablo de Tordesillas, el más antiguo de la serie, se vinculó al foco de Brujas parece más bien obra realizada en Castilla con fuerte influjo flamenco. A partir del segundo tercio del siglo XV Bruselas es el foco más activo representado a juzgar por los ejemplares que se han vinculado a esta ciudad, casi siempre por atribuciones no contrastadas por marcas (Santibañez-Zarzaguda, Sotopalacios, Covarrubias).
Los retablos de arcilla de Utrech, de la segunda mitad del siglo XV, no son muy numerosos, pero sí bastante significativos (Segovia). Dada su inclusión en este catálogo hemos sustituido el término de retablos brabanzones por el de flamencos, algo inexacto pero más consolidado en nuestro ámbito. Finalmente los talleres de Amberes adquirirán mayor protagonismo desde el año 1500, lo que se refleja en la procedencia de las obras más tardías (San Lesmes). No obstante, algunas de las que se dieron por importadas podrían más bien ser obra de artistas flamencos establecidos en Castilla (Medina del Campo).
Con independencia del foco de procedencia, algunos ejemplos muestran ciertas singularidades que pueden interpretarse como concesiones a la tradición local. La convivencia en una misma obra de unos compartimentos reservados a relieves y otros a tallas exentas (ocasionalmente de notable tamaño) como sucede en los retablos de San Salvador de Valladolid o el de San Lesmes en Burgos, la peculiar inserción en el muro de este último aportan ciertamente variantes inusitadas frente a las tipologías más estandarizadas.
Con todo, a decir verdad, conviene advertir que por lo general estas obras no son fáciles de sistematizar y a menudo inducen a pensar que la excepción tiende a convertirse en norma. No será ajena a ello la desaparición de muchísimas obras que ha limitado de manera notable nuestra visión de lo que puso ser en origen la producción flamenca de retablos.
Más de la mitad de los retablos estudiados conserva casi íntegra su configuración original, si bien algunos han perdido las puertas (Covarrubias), parte de la tracería (Santibañez-Zarzaguda), e incluso personajes o grupos escultóricos completos (San Juan de Valladolid).
En ocasiones las cajas originales han desaparecido (Sotopalacios), o cuentan con predelas u otros elementos añadidos in situ (Tordesillas, San Juan Bautista de Valladolid ). En el peor de los casos los relieves carecen de arquitectura (Galinduste) o se insertan en estructuras posteriores, normalmente barrocas (Segovia).
Las policromías también acusan el paso del tiempo. Algunas aún son originales, de gran calidad y belleza (Fragmento de la Crucifixión del Museo Nacional de Escultura); otras se cubren con repolicromados (Galinduste), sin faltar ejemplos de decapados casi totales (Museo Nacional de Escultura). Repintes posteriores e intervenciones poco respetuosas con el original ofuscan y desvirtúan ciertas obras, alterando su percepción (León).
Este catálogo no sólo recopila información que se encontraba muy dispersa para ponerla al alcance del simple interesado o del especialista. También supone numerosas aportaciones propias, basadas en la observación directa, y referidas en especial a un mejor conocimiento de los procesos de elaboración y las técnicas empleadas en las policromías.
En la línea de los últimos estudios sobre obras restauradas, se ofrece un enfoque múltiple, en el que las consideraciones históricas, estilísticas o iconográficas van acompañadas con los resultados de los análisis técnicos y científicos. Se pretende así obtener una visión global, más certera de las obras, con el deseo de que de esa manera se estimulen intercambios de información que impulsen nuevos progresos en el conocimiento de los retablos flamencos.
M. Barrio Olano, I. Berasain Salvarredi, J. Muñiz Petralanda