Las decoraciones murales que cubrieron las iglesias de Sayago en el siglo XVI fueron realizadas por cuadrillas de artesanos itinerantes que atendían las demandas de la zona, dando lugar a una producción popular y asequible que responde a un concepto más decorativo que artístico, simplificando la técnica para hacerla rápida y rentable. A pesar de la modestia de recursos y planteamientos, estos artífices incorporaron las novedades estéticas de la época integrando modelos renacentistas en su temática iconográfica.