El yacimiento de Santioste se encuentra en un atractivo entorno de la localidad de Otero de Sariegos (Villafáfila, Zamora), sobre una plataforma cuadrangular de perfil llano de poco más de una hectárea de extensión. Al pie de un destacado alomamiento, se configura como una anómala lengua de tierra que penetra en el desagüe entre la Salina Grande y la Laguna de las Salinas.
Las primeras excavaciones tuvieron lugar en 1990 y 1991, cuando salieron a la luz varios hornos, áreas de cocedero y hoyos de poste, destacando además el hallazgo de un enterramiento reconocido en la cima de la estratigrafía.
La continuación de los trabajos en 2009 ha permitido revisar la estratigrafía y definir con más detalle la evolución del yacimiento, que trascurre a lo largo de todo el Bronce Antiguo, desde un momento de transición desde el Calcolítico hasta los albores del Bronce Medio (2100-1700 A.C). En la base de la secuencia las huellas de producción de sal son muy similares a las de Molino Sanchón II, con pozos, áreas de cocedero con peanas, hoyos de poste y balsas revestidas de arcilla para decantación o filtrado de sedimentos.
En las fases superiores, sin embargo, comparecen ya los hornos con cámara de combustión revestida de barro, de forma alargada, 150 cm de longitud, 50 cm de anchura y entre 20 y 40 cm de altura, que se hallan rellenos de cenizas y de fragmentos cerámicos. Sobre ellos, quizás cubiertos por falsas bóvedas también de arcilla, se colocaban los moldes de barro crudo y con improntas de cestería, que contenían las salmueras. Estos hornos pueden tener una o dos entradas, y, debido a su carácter endeble, sufren continuas reparaciones y reconstrucciones, mostrando los más tardíos un menor tamaño y bocas en rampa.
Rompiendo los niveles inferiores y a la misma cota en la que se abren los últimos hornos se distinguen ciertos espacios con restos de combustión y abundantes pellas de barro envueltas con cenizas, así como varias fosas rellenas de sedimentos heterogéneos y multitud de restos de briquetage.
Los materiales arqueológicos de Santioste están protagonizados fundamentalmente por la cerámica, que comparece en una generosísima proporción. En la colección encontramos especies finas y comunes acompañadas de otros ejemplares poco elaborados y de pastas pobres, frecuentemente con improntas de cestería, habituales en los sitios de briquetage de toda Europa. Sin embargo, en ningún caso comparecen ejemplares con decoración campaniforme como ocurría en Molino Sanchón II.
Tampoco faltan en Santioste huellas de actividad ritual. En primer lugar hemos de recordar la presencia del enterramiento de una joven dama, dotado de un ajuar funerario ostentoso que incluye un cuenco liso, una pulsera con cuentas de hueso, un collar con similares arandelas y tres chapitas de plata, y un botón piramidal de marfil. El exotismo de tales objetos nos anima a pensar que la malograda muchacha debió pertenecer a una clase social destacada, la misma que, como en Molino Sanchón II, debió detentar la propiedad de la salina.
Otro gesto indudable de ritualidad resulta el depósito de una ternera completa recogida en el interior de un pozo, intencionadamente colmatado a tal efecto, que se acompañaba de una punta de flecha de cobre, con aletas y pedúnculo. Su enterramiento se interpreta aquí también como una fórmula propiciatoria o compensatoria destinada a aplacar las posibles iras de la divinidad infraterrena. Los hombres, agradecidos y temerosos, buscaban con ello devolver así parte de lo que su actividad profanadora le había arrebatado del interior de su generoso vientre.