Iglesia de El Salvador
Aunque se han dicho muchas fantasías sobre este templo (que el emperador Constantino mandó construirle en el s. IV, que mantuvo el culto mozárabe durante la dominación islámica, que fue sinagoga), la realidad fue que se levantó en torno a la transición de los siglos XII y XIII en estilo románico. De un siglo posterior es la torre, menos esbelta de lo habitual en la comarca.Situada al suroeste de la morería, se convertiría en el siglo XVI en la parroquia preferida por los moriscos, aún más que la cercana Santo Domingo. Durante la segunda mitad de esta centuria el templo fue radicalmente transformado y enriquecido interviniendo arquitectos y escultores tan destacados como Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Juni. Es sabido que este tipo de remodelaciones precisan de la activa participación de los mayordomos de la parroquia ya que éstos eran los administradores de sus recursos económicos. Este cargo siempre era desempeñado por un feligrés laico, que fuera “hábil e abonado”, es decir, un competente administrador capaz de ofrecer garantías económicas en caso de dificultades. Los párrocos ponían especial cuidado en su selección.
Lo sorprendente es que la inmensa mayoría de los mayordomos de esta parroquia durante las constantes intervenciones arquitectónicas fueron mercaderes, tenderos y hombres de negocios moriscos: de los 56 años que van de 1555 a 1610 (año del exilio) en 37 de ellos la iglesia de Santiago tuvo un mayordomo morisco; alguno de ellos de gran personalidad, como Ambrosio de Encinas (1555-1562 y 1568-1569) que, representó –junto con Gabriel Bori, otro feligrés de Santiago- a los moriscos de Arévalo en la comisión regional que en 1558 negoció con la Inquisición el pago de una importante cantidad de dinero a cambio de que los inquisidores hicieran la vista gorda hacia los posibles deslices religiosos de los cristianos nuevos. Otros mayordomos moriscos fueron Ambrosio Casado, Antonio Albéitar, Gabriel de Morales, Beltrán de Encinas, Antonio de la Parra, Antonio Albéitar de Cárdenas, etc. Aún es más sorprendente que dos de estos mayordomos (junto con sus esposas respectivas) fueran en algún momento de sus vidas procesados por la Inquisición: Gabriel de Morales en 1572, y Antonio Albéitar de Cárdenas, en 1605. Parece que a los párrocos de Santiago los desvíos religiosos de estos feligreses les parecían asuntos menores o menos importantes que su solvencia como gestores económicos. El asunto se complica si tenemos en cuenta que desde 1565 Gabriel de Morales fue miembro de la Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús.