La Carisa es uno de los escenarios de las guerras cántabras formado por, al menos, tres castra aestiva y una vía, que se localizan en el eje de la cordillera a casi 2.000 m de altitud, concebido en este caso para internarse en las tierras de Asturia transmontana. Las investigaciones han aportado datos de interés sobre las características constructivas y la naturaleza de las fuerzas ocupantes.
El nombre de La Carisa, que tanta importancia ha de adquirir para el desvelamiento de los acontecimientos históricos, se aplica al tramo más elevado de un largo cordal que desde el eje cimero de la cordillera penetra en paulatino descenso hasta los valles centrales de Asturias e, incluso, en siglos pasados era el que recibía el mismo puerto de paso entre ambas regiones.
Hacia tierras meridionales el correlato orográfico es el alto valle de Pendilla que, encajado entre las montañas, desemboca kilómetros abajo en el del Bernesga, río que transcurre hasta la capital leonesa.
La existencia de una vía romana que unía ambas vertientes de la cordillera a través del puerto de La Carisa fue propugnada desde los años setenta del pasado siglo, pero fueron muy pocos los datos arqueológicos y contextuales de que se disponía al quedar inéditos los resultados de las prospecciones realizadas por J. M. González.
La zona mejor conservada corresponde al segmento de alta montaña, donde los vestigios quedaron fosilizados después de que en la Edad Media se abriese el camino por el puerto de Pajares, situado a una altura considerablemente menor.
El destino de esta vía hubo de ser la línea litoral, verosímilmente la bahía de Gijón, en relación con la acción de la classis aquitánica durante la conquista[1], coincidiendo con la localización del oppidum Noega -uno de los poblados indígenas más destacado- y uno de los mejores fondeaderos naturales del Cantábrico.
[1] Estrabón, Geographia, III, 4, 18; Floro, Epítome, II, 33, 49; Orosio, Historiae adversus paganos, VI, 21, 4