eTAPAs ROMANAS
de segovia
Segovia prerromana
En la posición topográfica de la ciudad de Segovia, sobre un resalte rocoso fácilmente defendible en caso de ataque, fueron cruciales tanto su proximidad a un paso de comunicación entre las dos mesetas como la riqueza de los recursos naturales que ofrecía el entorno. Los hallazgos arqueológicos más antiguos de la plataforma superior del cerro datan de la última mitad del primer milenio antes de nuestra era. No se han localizado hasta el momento vestigios de una ocupación previa, ni de la Primera Edad del Hierro, ni de la Edad del Bronce, ni de etapas más antiguas, aunque esta no se descarta, dados los hallazgos realizados en abrigos próximos datados en distintos momentos de la prehistoria. Que los arévacos dieran prioridad a las cuestiones estratégicas a la hora de elegir este lugar de asentamiento es consecuencia del clima de inestabilidad y guerra en el que estas sociedades se desenvolvían en este periodo en el que se desarrolla un proceso de concentración de la población.
Los hallazgos arqueológicos pertenecientes a estas centurias, aunque no son muy numerosos, permiten plantear una hipótesis sobre el desarrollo urbano de la Segovia prerromana. Se puede intuir que la peña que ocupa hoy el Alcázar y la ladera contigua en la que se levantó el barrio de las Canonjías en la Edad Media, fue el primer núcleo. La ocupación de esta zona se enraíza en el siglo V a. C. y se conoce por el hallazgo de ciertos materiales descontextualizados (por ejemplo, producciones cerámicas hechas a mano con decoración a peine) que fueron recuperados en distintas actuaciones arqueológicas (Plaza de la Reina Victoria Eugenia, por delante del Alcázar, y en el cubo 58 de la muralla medieval, junto a la Puerta de Santiago).
Este espacio aproximadamente triangular debió fortificarse en un momento temprano, a situar entre fines del siglo IV e inicios del III a. C., por una muralla y un foso tallado en la roca. Este foso, excavado en el sector oriental de la ciudad primigenia, asomándose sus extremos a los valles del Eresma y el Clamores, debió de servir como refuerzo de una muralla hasta la fecha no detectada. En cambio, del foso se han documentado mediante excavación arqueológica tanto dos segmentos de 21 y 8 m de longitud (en sendos solares, uno en el Paseo de Juan II y el otro en la calle Velarde) como sus dos extremos, norte y sur, que asoman bajo los paramentos de la muralla medieval (el primero, entre los cubos 58 y 59 y el segundo, entre el 74 y el 75).
Las actuaciones arqueológicas por las que se ha documentado este foso permiten señalar que fue colmatado y por tanto inutilizado de forma intencional hacia el tercer cuarto del s. II a. C. Las tierras que lo rellenan, extraordinariamente compactadas, contienen restos pertenecientes a dicha centuria. Además, otra serie de hallazgos muestran que en este mismo momento el asentamiento primitivo experimentó hacia el este un inusitado crecimiento, por el que pasó de tener 4 ha a una superficie ocupada próxima a las 25 ha. Tal expansión podría verse como el resultado de un sinecismo, esto es, de una concentración en Segovia de distintas poblaciones del entorno, un fenómeno que pudo afectar a otros principales centros arévacos del territorio, caso de Sepúlveda o de Tiermes, que en esta época debieron de alcanzar un rango similar, si no mayor, al que nos ocupa.
A esta misma etapa, último tercio del siglo II a. C., pertenece uno de los hallazgos más destacados de la arqueología segoviana. Se trata de la aparición, entre los estratos arqueológicos más antiguos detectados junto al cubo 60 de la muralla medieval, en la ladera norte de la peña, de un tramo de 8 m de longitud de la muralla prerromana. Este paramento, documentado hasta el momento en ese único sector, se levantó como prolongación de las defensas naturales existentes, en un punto en el que las paredes de roca presentan un marcado escalón. Los materiales arqueológicos recuperados en su cimentación nos indican que fue levantada en un momento muy concreto entre los años 135 y 120 a. C. (periodo de convivencia de las cerámicas espatuladas y las cerámicas de imitación de los vasos metálicos, producciones ambas propias del periodo celtibérico tardío).
La cultura material celtibérica, o arévaca, ha quedado recogida en diferentes hallazgos. Entre las piezas que se guardan en el Museo de Segovia, el grupo más numeroso es el de los vasos cerámicos. Se conserva un variado repertorio que da muestra de los tipos de vasijas propias de la Segunda Edad del Hierro: unas hechas a mano con decoración a peine, espatuladas o de imitación de recipientes metálicos, y otras torneadas, con decoración pintada. También de cerámica son varias figuras de animales. Se trata concretamente de una pequeña cabeza de caballo recuperada en la zona alta de la ciudad y de dos zoomorfos (uno de ellos un bóvido) localizados en la base de la muralla celtibérica ya descrita. Otro testimonio de la importancia que tuvo la ganadería para el pueblo arévaco son los dos verracos de granito (un toro y un jabalí) que hasta hace poco se hallaban en la Plaza de San Martín y ahora se custodian en el Museo, más un tercero embutido en el muro de la Torre de Hércules (Convento de las Dominicas).
También se han documentado evidencias arqueológicas a través de las cuales hemos podido conocer los ritos funerarios vigentes en este periodo. Los celtíberos practicaban la incineración de los muertos, cuyas cenizas cribadas, se introducían en una urna que se cerraba con un plato, o con una piedra, y se enterraba en las cercanías de los poblados. A veces iban acompañadas por algunos elementos de ajuar. El único ejemplo de este tipo de enterramiento localizado y estudiado en la ciudad de Segovia se hallaba en el subsuelo del atrio norte de la iglesia de San Millán. Que esta urna haya sido fechada en un momento avanzado de en torno a la segunda mitad del siglo I d. C. da muestra de la continuidad de un ritual funerario heredado del periodo precedente.
I
II
III
• LOS PRINCIPALES HALLAZGOS DEL OPPIDUM PRERROMANO
Son dos las construcciones prerromanas que han llegado hasta nuestros días, el foso del primer recinto (s. IV-III a. C.) y la muralla de la ampliación en el siglo II a. C. del oppidum prerromano. El término oppidum, empleado por Julio César en su obra La Guerra de las Galias, se aplica en la Península Ibérica a las poblaciones fortificadas que, contemporáneas a la conquista romana, adquirieron un considerable tamaño, como reflejo de su función preponderante en el control político y administrativo del territorio.
El Foso
LEGADO ROMANO
DE SEGOVIA
Segovia romana
En esta nueva etapa la población propende a concentrarse en aquellos enclaves que hasta entonces mostraron un mayor potencial económico, tanto por su prosperidad agrícola y ganadera como por su favorable posición de cara al aprovechamiento de corredores naturales. Será así como Segovia, junto a Coca y Duratón, comience a destacar como núcleo neurálgico de la organización política y administrativa del territorio.
Esta fase de prosperidad de la población asentada en el actual emplazamiento de la ciudad de Segovia pudo verse frenada por el desarrollo de las campañas militares del cónsul Tito Didio en el año 98 a. C contra Sertorio y en las que debieron de implicarse los arévacos, que a partir de entonces fueron objeto de una persecución implacable por parte de Didio.
La última referencia escrita constatada en relación a la Segovia que asiste al encuentro entre arévacos y romanos la encontramos durante el gobierno de Vespasiano, en la Historia Natural de Plinio el Viejo, quien coincide con Ptolomeo en relacionarla entre las ciudades propias de los arévacos, perteneciente al conventus cluniensis, una de las siete demarcaciones jurídicas que integraban la provincia tarraconense.
Desde el s. I d. C., bajo el gobierno de los julio-claudios (años 14 a 68) y flavios (69-96), y a lo largo del s. II, con el gobierno de los antoninos (96-193), en el marco de la promoción de Segovia como municipium de derecho latino, el progreso socioeconómico de la ciudad tiene su proyección en el registro arqueológico. Y ello pese a que la ciudad actual, al superponerse a la antigua, limita las posibilidades tanto de investigación como de habilitación de espacios arqueológicos. Los hallazgos nos hablan de una urbe con edificios públicos y privados destinados a solventar las necesidades de una población con gustos similares a los del resto del Imperio.
Sí sabemos que el cerro se ocupa totalmente en época romana, desde las Canonjías hasta el Postigo del Consuelo y desde la iglesia de San Juan de los Caballeros hasta el espolón en el que hoy se sitúa el Museo de Segovia. Pero el esquema general de organización de la ciudad nos es desconocido, en tanto que no se han documentado claros ejes viarios que muestren la ordenación urbana. Dada la evolución histórica de la ciudad y su compleja orografía, hemos de pensar que su crecimiento inicial se apoyó en algunos ejes viarios ya existentes, que serían los propios del oppidum prerromano. Esto, unido a la topografía irregular del cerro, limitaría la posibilidad de crear espacios de nueva ordenación ortogonal. Aun así, en las zonas centrales de la meseta del cerro, no se descarta una planificación urbana más pautada y regular.
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El territorio que circunda a la ciudad de Segovia comenzará a ser explotado desde el siglo II d. C. mediante la implantación de un modelo de aprovechamiento agrícola característicamente romano. De tal forma, el territorio no urbano se acaba poblando de lo que se ha dado en llamar villae, casas de labor de mayor o menor rango desde las que se explotan mayoritariamente los cereales del territorio cercano. Se tiene constancia de varias de estas villas de cronología romana de gran extensión e importancia en Madrona, Palazuelos de Eresma o Espirdo. La presencia y difusión de esta tipología en el área de influencia del municipio romano de Segovia no hacen sino redundar en la preponderancia y prosperidad que como referente urbano va adquiriendo.
De la pujanza de este municipio como centro de influencia y cabecera en toda la región nos hablan las obras de infraestructura construidas por y para la ciudad. Destaca por encima de todas el Acueducto, el resto más importante y visible de los que quedan de época romana. Los diferentes estudios realizados sobre la cartela del monumento y los datos extraídos de la excavación arqueológica de varias de sus pilas coinciden en señalar el gobierno de Trajano como el momento en el que se mandó construir la magna obra hidráulica. Que la ciudad se dotase y costease una obra de ingeniería de tal calado para garantizar el abastecimiento de agua es índice de la potencia y protagonismo que alcanzó.
LOS VESTIGIOS MÁS CARACTERÍSTICOS DE LA CIUDAD ROMANA DE SEGOVIA
En Segovia la presencia romana está acreditada no solo por el Acueducto, buque insignia del patrimonio de la ciudad, sino también por otra serie de hallazgos que se han ido produciendo a lo largo de los últimos treinta años. Si bien durante un tiempo apenas se tenía noticia de la ciudad romana, poco a poco se han ido conociendo varios edificios, tanto públicos como privados, que muestran las características del núcleo romano que una vez fue Segovia. Poco a poco, estos hallazgos, por modestos que sean, contribuyen a componer una imagen, aún borrosa, de la antigua urbe.
LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN
La red viaria romana que comienza a desarrollarse a partir de finales del siglo I a. C. no hace sino demostrar la importancia como nudo de comunicaciones de este asentamiento urbano. No en vano, teóricamente fueron cuatro las principales calzadas que conectaban la Segovia romana con los principales núcleos de su entorno:
• Vía XXIV del Itinerario de Antonino (que entre las estaciones de Miaccum, en la Comunidad de Madrid, y Segovia recibe hoy el nombre de Calzada de la Fuenfría).
• Vía entre Tiermes y Segovia que pasaba por Duratón.
• Vía Clunia-Segovia.
• Vía Ávila-Segovia.
Los restos que se conservan de estas vías de comunicación de época romana son escasos, pero suficientes para conocer el recorrido de varias de ellas, sobre todo en el caso del camino de la Fuenfría y de aquellas que se encuentran a poniente de la ciudad. En este sentido, se han localizado, en el extremo oeste del puente de Los Lavaderos, indicios de la calzada que conduce hacia Coca y se corresponde con la Vía XXIV del Itinerario de Antonino. Así mismo, en la zona de Tejadilla, además de varios caminos posiblemente asociados a las canteras situadas en el valle, se encuentran los restos de la vía que conducía a Ávila, en el conocido como Camino Hondo.
I
II
III
N
E: 1/5000
HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS
TRAZADO URBANO DEL ACUEDUCTO
Plaza de la
Reina Victoria
Acueducto
Cubo 60
de la muralla
Enlosado de
la catedral
Calle de la Judería Vieja
Calle Herrería
Plaza
Mayor
Iglesia de San Martín
Palacio Enrique IV
Plaza
del Potro
Muralla
Puerta San Andrés
Plaza de
San Esteban
Plaza de la Rubia
Iglesia de
la Trinidad
Plaza de
Guevara
Calle Donantes
de Sangre
Iglesia de San Juan de los Caballeros
Plaza del Doctor Laguna
Plaza de la Reina Doña Juana
Plaza Mayor
antiguo hotel Victoria
Calle de Santa Columba
Vías de
comunicación
Segovia visigoda
Las huellas arqueológicas, aunque muy escasas, sí confirman la ocupación del cerro durante los siglos VI-VIII. Se trata, por un lado, de los conjuntos cerámicos hallados en el extremo occidental del mismo (junto al cubo 60 de la muralla medieval) y por otro, del edificio basilical parcialmente oculto bajo la actual iglesia de San Juan de los Caballeros. Los contingentes visigodos inmigrantes representarían una minoría frente a las poblaciones hispanorromanas. La impronta visigoda en el área del recinto amurallado de Segovia debió de limitarse desde un punto de vista urbanístico y constructivo a mantener o reciclar lo existente. La ausencia de otros vestigios del urbanismo visigodo en la ciudad posiblemente sea consecuencia también de los procesos constructivos posteriores.
Los principales restos arqueológicos que indican la presencia de esta cultura en la provincia de Segovia son los cementerios, en los que se seguía el rito de inhumación con acompañamiento de ajuares, conformados por objetos personales. En el caso del término de Segovia, los mejores ejemplos de la presencia visigoda los encontramos en la necrópolis de Madrona y en el asentamiento de La Peladera de Hontoria.
Son dos los lugares de la ciudad de Segovia en los que, de momento, tenemos constancia de la existencia de vestigios de época visigoda: la Iglesia de San Juan de los Caballeros y el cubo 60 de la muralla.
N
E: 1/5000
Cubo 60
de la muralla
Iglesia de San Juan de los Caballeros