Se trata de una iglesia de nave única, rectangular, y cabecera de aspecto cúbico más alta, pero ligeramente más estrecha que dicha capilla. Una mole granítica, ligeramente desdibujada por los diversos espacios añadidos tanto al norte como al sur, en cuyo alzado occidental se erigió una airosa espadaña que recuerda a la de la cercana iglesia de Santa Elena de Ledesma.
Aún permanece en la memoria del lugar el momento en que el párroco, con ayuda de los mozos del pueblo, comenzó a picar los muros de la iglesia y cómo en distintos puntos fueron apareciendo pinturas murales —de ahí su aspecto picoteado— de las que, por suerte, han llegado hasta nosotros, una parte importante.
Las primeras ocupan la parte central del testero, donde recuperamos el característico retablo fingido, aunque con una distribución de los espacios ligeramente distinta. Sus seis cajas, alineadas y de idéntico tamaño, se reparten de igual a igual entre la iconografía cristológica (Camino del Calvario, Crucifixión y Llanto sobre Cristo muerto) y los asuntos de la vida del titular de la iglesia, San Cipriano. Entre los últimos llama la atención la escena de su decapitación, martirio al que fue condenado tras negarse a renunciar a su fe. Pero, además, en la predella del retablo se recogió una verdadera panoplia de santos, apóstoles y evangelistas, nada menos que seis, dos más de lo que suele ser habitual, todos ellos reconocibles por sus atributos iconográficos: San Pedro, San Bartolomé, Santa Bárbara, Santa Águeda, San Lucas y San Marcos.
Todo parece apuntar a que el resto del testero también estuvo cubierto de pinturas. De aquellas escenas complementarias, restan hoy tan sólo dos que, en sus contornos, muestran indicios de haber estado rodeadas de otras. Como casi siempre, resultaban asuntos de carácter hagiográfico, teniendo como protagonistas a santos de extendida devoción, aquí San Sebastián y San Antón abad.
Restos aislados de este conjunto se conservan también en el muro del evangelio de la capilla mayor y en el mismo costado de la nave. En ellos se vislumbra, en otras, una escena de Santiago en la Batalla de Clavijo.