Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

ORIGEN

El origen de estas fiestas es controvertido, aunque tanto por referencias de autores romanos, como por algunas pinturas de las cerámicas numantinas o por la terra sigillata de Bronchales (Teruel), se puede afirmar que hunden sus raíces en los ritos prerromanos de las sociedades agrícolas y ganaderas. Estas creencias y ritos primitivos van a integrarse en el cuerpo religioso romano, principalmente en las celebraciones Lupercales, Saturnales y Kalendas, cuyos ritos se difundirán por el Imperio romano. De entre ellas, las que más intensamente han influido en nuestras mascaradas han sido las Lupercales, ligadas a Fauno y al mundo pastoril, lo que se confirma con la atribución popular de las mascaradas a pastores en bastantes de nuestras fiestas. Sin embargo, cada mascarada tuvo su evolución particular a lo largo del tiempo, con fuerte influjo del cristianismo y de las propias circunstancias socioculturales e históricas. Actualmente se puede afirmar que no hay dos mascaradas iguales y no son reminiscencias de ninguna romana en particular, aunque conserven rituales de varias de ellas.

El hecho de que hayan llegado al siglo XXI mascaradas con ritos tan antiguos demuestra el arraigo de tales celebraciones entre la población, singularmente, entre la rural. Y eso que desde muy pronto, la Iglesia empezó a condenar la celebración de estas mascaradas paganas por parte de los cristianos; entre los primeros, Tertuliano en el siglo III y el Papa Gelasio, mediante Decreto del año 494. Por parte hispana se ha hecho famoso el opúsculo Cervus del Obispo de Barcelona, San Paciano, escrito entre los años 360 y 390, en el que condena los disfraces de animales de principios de año, o San Isidoro de Sevilla o San Martín de Braga, que en los concilios de Braga de los años 561 y 572, así como en sus libros De correctione rusticorum y Capitula Martini condena las kalendas.

Tras este primer intento por erradicar estas fiestas paganas sin conseguirlo, viene un período caracterizado por el impulso hacia un sincretismo entre prácticas paganas y culto cristiano. Dentro de él, apreciamos que los mozos solteros se van a agrupar en Cofradías exclusivas suyas, principalmente bajo la advocación de San Esteban, el protomártir, donde se compagina el culto del santo con algunas de las prácticas paganas heredadas. Estas cofradías y esas prácticas van a encontrar caldo de cultivo propicio para su desarrollo en la situación de la Iglesia durante la Edad Media, donde subdiáconos, diáconos, niños de coro y presbíteros tendrán sus propias fiestas, de fuerte crítica social y donde se remeda satíricamente a los poderosos, prelados y canónigos. De estas fiestas, la más conocida es la “del obispillo”, que va a encontrar pronto réplica en la que hacen las cofradías de San Esteban el 26 de diciembre en muchos pueblos y dentro de la iglesia, conjugándolas con las mascaradas anteriores.

A partir del siglo XIV vuelve el espíritu reformador a la Iglesia, que se va a incrementar en siglos posteriores, buscando, primero, acabar con fiestas en las que se pone en ridículo a las autoridades eclesiásticas y, segundo, que no se realicen dentro de los recintos sagrados. Buena prueba de ello, son los Sínodos de Aguilafuente (Segovia), de D. Juan Arias Dávila, en 1471; de Ávila, de D. Alonso de Fonseca, en 1481; de Salamanca, de D. Diego de Deza, en 1497,... Condenas y prohibiciones que, después, se van a incrementar en las Visitas pastorales a cada una de las localidades.

Y sin embargo, hasta nosotros ha llegado un buen puñado de estas mascaradas y hasta hace cincuenta años eran más del doble de las actuales, pues lo que no consiguieron fuertes multas y excomuniones, lo consiguió la emigración de los años sesenta del pasado siglo, que cercenó a la juventud de las zonas rurales.

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