La Máscara no esconde, representa.
En estas cinco palabras se encuentra resumida toda la filosofía de las mascaradas de invierno. Frente a la máscara carnavalesca, que pretende ocultar la personalidad del enmascarado, aquí, éste pierde su personalidad para encarnar la de aquel cuyo rostro ha asumido.
Y es que máscaras, fiestas y religión formaron la trilogía que dieron origen a nuestras mascaradas invernales. No porque sean paganas, son menos religiosas que cualquiera de las celebraciones litúrgicas cristianas. Tienen otro tipo de religiosidad, incluso más intensa. Estos conceptos son claves para comprender toda la filosofía, religiosidad y formas de vida que subyacen bajo estas celebraciones festivas.
Abordar las mascaradas invernales de Castilla y León en pleno siglo XXI es recorrer una larga historia a lo largo de los siglos pasados. Y curiosamente esta marcha atrás lineal choca de lleno con el tiempo cíclico en que fueron concebidas. Naturaleza, hombres y máscaras marcaron en el tiempo unas fechas fijas inspiradas en el Sol y la Luna, para marcar el ritmo de las estaciones, y con ellas los ciclos vegetativos y los trabajos de los hombres.
Nacen así las fiestas, esas rupturas del tiempo monótono y repetitivo en los trabajos de los hombres. Y hay que ayudar a la vida vegetativa a que siga su imparable círculo anual para que no cese; para ello se recurre a la magia, a ritos que reproducen los de los primeros ancestros, dioses o héroes, que vuelven a aparecer sobre la tierra cuando el tiempo se detiene en el parón invernal y la oscuridad cubre la tierra. Su fuerza vital y la de los antepasados que han seguido sus ritos año tras año es captada por la máscara. Estas máscaras varían según los pueblos sean agricultores o ganaderos. El mundo pastoril crea máscaras demoníacas; el mundo agrario se decanta por las zoomorfas de vaca; y como símbolo de la fertilidad universal, el toro; el caballo sirvió para llevar las almas de los antepasados. Pero todas buscan sobre todo dos objetivos: purificar las comunidades alejando los males de ellas y propiciar la fertilidad de campos, ganados y hombres.