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Esta localidad soriana, que da nombre a la comarca aledaña, está situada a orillas del Duero, que lame sus casas y restos de murallas. Bien comunicada por la carretera N-111, que une Madrid y Pamplona y por las carreteras comarcales C-101 y C-116, que la unen, respectivamente con Valladolid y Zaragoza, muestra una fuerte pujanza económica. Pujanza que viene de antiguo, como lo demuestra su riqueza monumental.
La celebración se desarrolla por las calles de la localidad de Almazán. No tiene un recorrido fijo, excepto la procesión, puesto que la comitiva sale y llega desde la casa del Mayordomo, variable cada año. Ahora bien, el epicentro de los actos es la amplia Plaza Mayor y la cercana iglesia de S. Pedro.
Se han perdido las Vísperas originales que establecen las Constituciones de la Cofradía. Hoy la víspera se tocan campanas, se prepara la iglesia y el santo, se reservan los bancos y se hace un ensayo general de Danzantes y Zarrones.
En torno a las 10,30 de la mañana los Zarrones se dirigen a casa del Mayordomo entrante, donde suelen echar unas carreras y hacer ejercicios físicos para calentar músculos antes de empezar el cortejo, además de dejar preparada la “soparra”, ollas de vino con pan y azúcar. Aquí también se reúne el grupo de Danzantes. Esa es una de las obligaciones del Mayordomo: poner a disposición de todos un local o su casa para lo que sea necesario.
El cortejo sale en torno a las 11,30, encabezado por un gran pendón, el de la Cofradía de San Pascual Bailón. Le siguen grupos de Danzantes formando parejas y tocando castañuelas, dirigidos al ritmo de unas largas castañuelas de madera por el “Palillero”, llamado así por cargar en la espalda un saco con los palillos o palos que se usarán también en la danza, y al son de dulzainas, tamboril, bombo y platillos, sin cesar de bailar y avanzar, con un ritmo lateral, camino de la Iglesia de San Pedro. Antiguamente, los Danzantes sólo eran hombres. La única danza que interpretan, aunque cambiando castañuelas o palillos (como luego veremos) es “La danza del tío Zarrón”, machacona melodía, que sonará en nuestras cabezas varios días. Detrás van los dos Mayordomos, entrante y saliente, con las varas de la Cofradí; la Mayordoma y otra joven llevan en presentación roscas y rollos de masa, aceitados y anisados tradicionalmente.
Al llegar a la magnífica Plaza Mayor, los Zarrones saludan al Alcalde o Alcaldesa y a la Corporación Local, quienes se incorporan al cortejo, tras los Mayordomos. En este recorrido la misión de los Zarrones es vigilar que nadie perturbe el paso de la comitiva ni impida el ritmo de los Danzantes.
Así llegan a la iglesia de San Pedro. Aquí, antes de entrar, el Palillero, con el resto de Danzantes bailando, pero sin avanzar, se adelanta hasta los Mayordomos y autoridades y les acompaña sin darles la espalda hasta la puerta de la iglesia.
En este momento, cesa la música y todos entran a oír la Misa en honor de San Pascual Bailón. Este santo aragonés, canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690, patrono de los congresos eucarísticos por su amor a la Eucaristía desde 1897, también es considerado patrono de los pastores por su primera profesión siendo niño. Precisamente serán los pastores y sus patronos los que funden la Cofradía de su nombre en Almazán en 1816, de la que hoy forma parte la mayoría de los hombres y mujeres de la localidad, sin necesidad de ser pastores.
Al terminar la Misa, se organiza la procesión con cruz procesional y con el santo llevado en andas por cuatro miembros de la Cofradía, precedido de la música y los Danzantes bailando por parejas, pero de espaldas, hasta que salen del interior del templo. En esta procesión antiguamente se llevaban también los dos corderos que luego se rifaban.
La procesión, que llega hasta la Plaza Mayor, a la que da una vuelta, para regresar al templo, lleva el mismo orden que a la llegada, pero incrustado el santo tras los Danzantes y delante de los Mayordomos. La misión de los Zarrones sigue siendo la misma: velar para que nadie perturbe el buen orden de la procesión ni de los Danzantes, quienes ya han sustituido en alguna ocasión las castañuelas por los palillos.
Al terminar la procesión, queda el santo en la iglesia y, al salir, un Zarrón empieza a repartir en las manos de los que se acercan, con una cuchara, la soparra que lleva en la “colodra”, cuerno de buey, grabado con distintos motivos. Es una mínima parte de la que posteriormente se repartirá al finalizar la fiesta, junto a la casa del Mayordomo.
Después se vuelve a organizar el cortejo, con dos Zarrones delante, que lanzan caramelos al suelo, proporcionados por un miembro de la Cofradía que los lleva en un saquito, para que el numeroso grupo de jóvenes intente cogerlos, ocasión que aprovechan para golpearles sin piedad con las zambombas. Hace unos años los caramelos los lanzaba la gente hacia el santo y los que quedaban en las andas eran para el Zarrón. Detrás, el grupo de Danzantes, bien tocando castañuelas, bien palillos, siempre dirigidos por el ritmo del Palillero no paran en su danza, protegidos por el otro Zarrón para que nadie rompa su ritmo. Este cortejo da varias vueltas a la Plaza Mayor, entre las carreras de los Zarrones tras los mozos que les provocan, a veces cantándoles “Tío Zarrón, Tío Maragón, las sopas de leche qué ricas son”, en referencia a que antiguamente en lugar de soparra se repartía leche en sopas, comidas en cucharas de asta o de palo de boj (Moreno Moreno, M., 1985, 434) –algo más acorde con los pastores que integraban la Cofradía-. Los caramelos arrojados al suelo o, esporádicamente, haciendo corros, en medio de los que los Zarrones depositan bolsas o montones de caramelos, sirven para que los jóvenes más intrépidos intenten cogerlos aún a sabiendas que van a recibir varios zambombazos.
Durante los últimos años, además aparecen dos niños Zarrones, que, al igual, que los mayores, manejan bien la zambomba contra los mocitos que intentan coger los caramelos.
En torno a las 13,30 la comitiva se dirige de regreso a casa del Mayordomo en el mismo orden, con la misma danza, las carreras y los zambombazos. En algunos momentos, los mozos, unidos unos a otros en compactas filas cierran las calles, aguantando las embestidas de los Zarrones. Al llegar a la casa del Mayordomo, los Danzantes se abren para dar paso al Mayordomo, al que acompaña el Palillero sin dejar de bailar y de espaldas. Después, con todo el gentío a sus puertas, los Zarrones reparten la soparra en la mano de los vecinos y, últimamente, también en vasos y beben el vino sobrante. Al final, suele vitorearse –“Los Vivas”- al santo, al Mayordomo, a los Zarrones,…
La fiesta popular dura hasta el día siguiente, con la denominación de San Pascualillo, y en la que, tras la Misa por los difuntos de la Cofradía, hay una nueva exhibición de Zarrones y Danzantes. Por tanto, similar a la del día anterior, pero sin procesión.