ORDEN DE CLUNY
HISTORIA
el principio
FUNDADA A PRINCIPIOS DEL S. X, CLUNY RÁPIDAMENTE SE CONVIRTIÓ EN EL MAYOR FOCO DE RENOVACIÓN ESPIRITUAL Y ARTÍSTICA DE EUROPA DURANTE LA EDAD MEDIA, LLEGANDO A ERIGIRSE COMO LA AUTORIDAD MORAL IMPERANTE, EJEMPLO Y NORMA A SEGUIR LIDIANDO INCLUSO CON LA SEDE PAPAL.
La rápida expansión de su poder e influencia por todo el continente se debió a varios factores, entre los que podemos destacar especialmente dos que resultaron básicos: su práctica total independencia de los poderes locales, ya que solo rendía cuentas ante la Santa Sede, y su hábil política de asociación con los mismos, apoyado esto en buena medida en el desarrollo del culto a los difuntos y el cultivo de la preservación de la memoria que practicó la orden. Una asociación de beneficio recíproco que ayudó a la expansión y establecimiento de la influencia cluniacense hasta los más remotos lugares.
La concatenación de una serie de extraordinarios abades de gran capacidad que supieron jerarquizar y establecer la estructura y administrar su organización, permitió que en apenas una centuria caminara a alcanzar su máximo esplendor durante los ss. XI y XII.
Entrada en la península
Los primeros contactos de la orden de Cluny con la península se producen hacia 1030, con Sancho Garcés III de Pamplona, llamado el Mayor, y el abad Odilón. Sancho ha conseguido reinar desde Navarra hasta León y favorece la entrada de la orden en su territorio, reformando a los usos cluniacenses monasterios como Oña, San Millán de la Cogolla, Leire, Irache o San Juan de la Peña, aunque ninguno de ellos se subordina a Cluny.
A la muerte de Sancho (1035) y tras la división del reino entre sus hijos, Odilón trata de mantener el favor de los gobernantes hispanos, consiguiéndolo con Fernando I y su esposa Sancha, reyes de León, que serán los continuadores de las relaciones con Borgoña.
En la década de 1050 se constata la presencia de monjes cluniacenses en el reino leonés y el entorno real. Y es por entonces cuando el matrimonio fija una donación anual de mil piezas de oro a la abadía borgoñona. Sin embargo, no es hasta tiempos del abad Hugo de Semur y Alfonso VI cuando se establece una verdadera relación institucional entre los reinos de León, Castilla y Borgoña. Alfonso y su corte favorecerán la implantación de la orden donando monasterios, posesiones, derechos, etc.
La regla de San Benito
Las relaciones que Cluny estableció con los monasterios peninsulares fueron de distinta índole. Mientras unos cenobios pertenecían plenamente a la abadía borgoñona o a uno de sus prioratos, como los casos de San Isidro de Dueñas, San Zoilo de Carrión o San Martín de Frómista, otros conseguían mantener su independencia y designar sus abades, como la abadía de San Facundo y San Primitivo de Sahagún.
En todo caso, la adopción de la observancia de la regla de San Benito practicada en Cluny fue plena. Junto a la reforma gregoriana apoyada e impulsada también por la orden, que abolía los ritos locales, extendió su capacidad de influencia, llegando a participar de forma decisiva también fuera de los monasterios, como es el caso de las sedes episcopales o en las políticas regionales de nobles y reyes.
EL DECLIVE
A finales del s. XI, con la acumulación de poder, privilegios y riquezas, la orden se encontraba en pleno auge, regida por el gran Hugo de Semur. Tomaba forma el fabuloso templo de Cluny III, símbolo de este poderío. Sin embargo, pronto surgieron las voces críticas que señalaban el alejamiento del propósito espiritual de la orden. Hacia el año 1100, a apenas 100 km al norte de Cluny, en Citaux, tomaba forma la orden del Císter, que supondrá una nueva reforma monacal buscando un regreso a una observancia más estricta.
Pero el declive progresivo de la orden cluniacense tiene aspectos mucho más mundanos. Durante el s. XII, Cluny y sus prioratos seguirán disfrutando de un momento dulce, pero ya había síntomas preocupantes. Las injerencias de nobles locales poco a poco se hacían más frecuentes, restando posesiones y rentas a los monasterios. Junto a la pérdida de prestigio e influencia en las esferas regias, que también tendrá su paralelo en el ámbito papal, y la dificultad de hacer valer sus derechos en una red extendida por todo el continente, serán circunstancias que supondrán una sucesiva merma en los instrumentos de poder de la orden, afectando desde los prioratos a la casa madre. A finales del s. XIII y hasta el s. XV, el endeudamiento de los cenobios se incrementa a la par que descienden sus ingresos. Cada vez es más frecuente que se vean obligados a arrendar posesiones o incluso desprenderse de ellas, como es el caso de San Zoilo, que vende el barrio de San Martín de Frómista en 1427, no sin antes litigios, batallas e incluso asedios. A esta tónica imperante o alimentada por ello, se suma una frecuente mala gestión de los priores.
Ya en esos años, la presencia de Cluny en la península es ya más un recuerdo que una realidad. Los monasterios a menudo están regidos por los abades comendatarios, a la postre nobles extractores de sus recursos, lacra de la que los benedictinos intentarán librarse con la Congregación de Valladolid. A finales del s. XV, la separación de la casa madre borgoñona de sus prioratos peninsulares es totalmente efectiva.
el camino de santiago
Cluny estuvo íntimamente ligado al Camino de Santiago por ser la gran vía de comunicación de la época, algo que aprovecha de forma práctica y directa. Es a su alrededor donde la orden buscó su mayor eje de acción en la península, siendo San Zoilo de Carrión, junto a Santa María de Nájera, sus principales prioratos, ambos hitos del Camino. Esta combinación, el Camino de peregrinación y la orden de Cluny, es por la que los reinos peninsulares se abrieron al continente de forma definitiva. Hoy en día es también en el centro del Camino, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO y el primer Gran Itinerario Cultural del Consejo de Europa, donde varias localidades se han unido en torno a este proyecto común que son los Sitios Cluniacenses.