La fotografía aérea como metodología aplicable a la prospección arqueológica.
Entendemos como arqueología aérea el uso de medios aeronáuticos (avionetas, drones, etc.) para detectar las variaciones que presenta la vegetación como consecuencia de las acciones llevadas a cabo por el hombre, registrando dichos elementos y cambios a través de la fotografía de precisión.
Este sistema ha permitido obtener una secuencia de imágenes aéreas de distintos lugares, en todos los casos en suelo rústico, que muestran huellas de su ocupación en distintos periodos históricos. Contrastando estos datos con las informaciones registradas en el Inventario Arqueológico Provincial, hemos determinado si se trata de yacimientos ya conocidos o bien deben considerarse nuevas localizaciones.
Con posterioridad se ha procedido a contrastar las imágenes sobre el terreno mediante trabajos de prospección arqueológica (registrando la información pertinente sobre extensión, carácter del emplazamiento, naturaleza de los artefactos, asignación cronológica y cultural, etc.), aplicando en este proceso de análisis y de registro los recursos propios de los sistemas de información geográfica (SIG). El paso final ha sido realizar un estudio global de las perspectivas que se podían obtener a partir de los datos registrados.
La mayoría de las fotografías aéreas se han hecho en varias campañas, en vuelos sucesivos, hasta reunir una secuencia de imágenes suficientemente representativa de los 14 enclaves prospectados, en su mayoría del valle del Arlanzón. Se desconoce por el momento qué usos tuvieron algunos de estos, como Fuentesellanos en Arroyo de Muñó, Fuente Jordana en Rubena y Cortijo y Los Dos Caminos en Atapuerca. Las huellas más visibles en otros son ciertas agrupaciones de fosas cuyo significado solo podría desvelarlo, y con suerte, una excavación: es el caso de los “campos de hoyos” de Camino Ancho y de La Lechuguina en Pradolamata y Carramedio en Frandovínez.
Algún otro pudo servir de camino (Vega Nueva en Tardajos) y otro más de colmenar (Las Majadas en Olmos de Atapuerca). Los hay, finalmente, que pudieron haber funcionado en época romana como hábitat rural (Vega de Arriba en Villasandino), villa suburbana (El Galgo en Arroyo Muñó) o campamento militar (Prado Laguna y San Polo en Atapuerca) y, de nuevo a expensas de lo que diga una excavación, en época medieval (El Castillo en Frandovínez).