SEGOVIA, UNA PARADA
EN EL CAMINO HISTÓRICO
DE LA FUENFRÍA (VÍA XXIV)
EL LEGADO ROMANO DE LA CIUDAD
LEGADO ROMANO
DE SEGOVIA
Contexto histórico
Segovia prerromana
Siglos antes de la llegada del Imperio Romano a la cuenca media y alta del Duero en el siglo II a. C., la ciudad de Segovia y su territorio estaban habitados por gentes arévacas, pertenecientes al pueblo de los celtíberos. Es en el periodo comprendido entre los siglos V y I a. C., durante la Segunda Edad del Hierro, cuando se configura esta comunidad en todos sus órdenes, económico, religioso, social y cultural.
Cuando los autores greco-romanos se refieren a estos pueblos, tienden a hacerlo en un contexto bélico, encomiando su fortaleza en el combate, su armamento y su habilidad ecuestre. Pese a que sus establecimientos parecen responder a las necesidades de comunidades de marcado carácter militar, corroborando esa primera imagen esbozada por los primeros testimonios escritos, lo cierto es que estos grupos de población también desarrollaron de forma importante actividades ganaderas, agrícolas y comerciales. En particular, los datos arqueológicos reflejan una economía cuya base sería la ganadería, complementada con la agricultura. La trashumancia de ganados estaría totalmente presente y sería un factor clave de contacto entre los diversos grupos.
Desde inicios del siglo II a. C. la Meseta Norte fue objeto de periódicas guerras derivadas de la resistencia a la presencia romana que diferentes pueblos, en particular los celtíberos, opusieron. La historia de las poblaciones que habitaban la actual Segovia a partir de mediados del siglo II a. C. estuvo sin duda marcada por las relaciones, unas veces amistosas y otras no tanto, que mantuvieron con los conquistadores romanos.
En este proceso de paulatina conquista de la región, en el que los generales romanos buscan la alianza de ciertas comunidades en su confrontación con otras, Segovia pudo haberse posicionado al lado de Roma. En la campaña del cónsul Lucio Licinio Lúculo en el valle del Duero, en el 151 a. C., las tropas romanas debieron de atravesar el territorio de la ciudad de Segovia hasta llegar a Cauca, la actual Coca. El hecho de que no haya llegado hasta nosotros mención alguna sobre un enfrentamiento entre el ejército romano y los segovianos sugiere la existencia de un acuerdo que acaso hubiese exigido de estos últimos el pago de un tributo a la administración romana. Esta buena disposición de las comunidades indígenas, junto a la excelente posición estratégica de cara al control de los pasos de la sierra, pudo reportarle a Segovia ciertos beneficios de cara a su desarrollo como entidad urbana.
Las mismas fuentes escritas nos relatan la progresiva conquista de diferentes territorios como paso previo al final sometimiento y pacificación de la región segoviana. Las referencias que los autores clásicos hacen a la ciudad y su territorio son escasas. La primera noticia histórica que menciona Segovia, aunque algo confusa, la encontramos en la guerra de Roma contra Viriato en el año 146 a. C., relatada por Frontino, quien se hace eco de un enfrentamiento y una posterior entrega de rehenes por parte de los segovienses.
Pero aunque existan acuerdos previos en estos primeros contactos con Roma, no será hasta la toma de Numancia durante las campañas de Emiliano Escipión en el 133 a. C. cuando se produzcan la afirmación de la autoridad romana y el cese de las hostilidades por parte de los celtíberos, que no obstante seguirán gozando de cierta autonomía política.
Este proceso continuará durante el siglo I a. C. con ciertos altibajos. Las campañas militares del cónsul Tito Didio sostenidas en el 98 a. C. contra Sertorio supusieron el sometimiento de la comunidad arévaca. Aunque las fuentes no lo indican, muy probablemente hacia el 93 a. C. habrían caído bajo dominio romano de forma definitiva las ciudades arévacas de Segovia y Duratón, así como las vacceas de Coca y Cuéllar. Será a partir de este momento cuando se asuma por completo el sistema de administración romano, anulándose la autonomía política de la comunidad indígena.
La excavación arqueológica de la muralla prerromana, al pie del cubo 60 de la muralla medieval, ha permitido conocer, junto con otros hallazgos, que en un momento inmediatamente posterior a la caída de Numancia en el año 133 a.C., se procedió a la fortificación del asentamiento arévaco de Segovia. Posiblemente, la construcción de esta defensa esté asociada al proceso de colmatación del foso que delimitaba el asentamiento arcaico. De ser así, se podría concluir que en este momento especialmente convulso en el que la población se reagrupa en los principales núcleos urbanos como consecuencia de los movimientos de las tropas romanas, se lleva a cabo un proceso de fortificación y ampliación de la superficie urbana hacia el este.
El contexto en el que se lleva a cabo este proceso está directamente determinado por la política que, una vez concluida la conquista de Numancia, Roma desarrolla en la frontera donde se encuentran las ciudades del Sur del Duero. Estas ciudades-estado fronterizas, incluida Segovia, se hallaban sometidas a una fuerte injerencia política y tributaria. Bajo la creciente hegemonía de Roma, la Segovia celtibérica, garantizada todavía cierta capacidad de autonomía, debió de ver reforzada su preponderancia político regional. Solo así se explica que Segovia proceda ya tras la guerra numantina a la construcción de su nueva muralla, obra pública constituida a la vez como símbolo del poder y prestigio de una ciudad prelatina en su apogeo y, en el plano pragmático, como obra de defensa ante un poder romano cada vez más amenazante y próximo.
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Segovia romana
La llegada romana no modificó sustancialmente el panorama productivo del territorio. Su base económica residía en la explotación agrícola y ganadera, la cual ya estaba perfectamente organizada. Probaría este hecho la existencia de una red viaria indígena sobre la que posiblemente se asentara la romana. Será a inicios del siglo I a. C. cuando las formas de producción y las relaciones de propiedad evolucionen hacia un sistema plenamente romano, ya que se implantará entonces el sistema esclavista y la mayor parte de la propiedad pasará de ser pública a manos privadas. Esta evolución implicará un enriquecimiento de las clases aristocráticas indígenas, que tenderán a asentarse en los núcleos urbanos desde los que se controla el territorio.
Una muestra de la paulatina prosperidad de la ciudad romana de Segovia en este periodo es la acuñación de moneda en dos momentos a finales del siglo I a. C. Dichas monedas, de las que se conservan tres ejemplares, constituyen el documento más antiguo en el que aparece el nombre de la ciudad tal y como hoy lo conocemos. Por ellas puede decirse que Segovia es la única ciudad de Hispania que no ha modificado su nombre en dos mil años. Estas acuñaciones fueron esporádicas y posiblemente estuvieron destinadas a solventar una eventual escasez de moneda en el territorio.
Los finales del siglo I d. C. y los comienzos del II d. C. conocen el momento de mayor desarrollo urbanístico de las ciudades al sur del Duero. Es entonces cuando se hace preciso solventar las necesidades arquitectónicas de las colonias romanas, construir foros, templos, obras de ingeniería, etc., en consonancia con la atención que los emperadores flavios prestan a la política propagandística. Se trata de una época de estabilidad económica y tranquilidad social, gracias a la concesión por parte de Vespasiano del ius Latii, el derecho latino, a toda Hispania. La recaudación de impuestos aumenta, por lo que los fondos estatales y municipales lo hacen de forma paralela.
Únicamente una poderosa organización económica podía sustentar la gran actividad constructiva de estos momentos. Algunos de los núcleos en los que mayor efecto urbanístico tiene la época flavia se encuentran precisamente en el convento jurídico cluniense: ciudades como la misma Clunia, Tiermes, Segovia y Duratón desarrollan su urbanismo fundamentalmente a partir de este momento.
A mediados del siglo III d. C. la crisis institucional y política que aqueja al Imperio Romano, implicando de forma directa a los sistemas económicos basados en el esclavismo, se deja sentir en Hispania. Las relaciones sociales varían y las formas de vida cambian, produciéndose una crisis en el modelo de vida urbano. Las ciudades verán que su población poco a poco se va reduciendo y dispersando hacia zonas rurales, comenzando así el periodo de esplendor de las villae, o explotaciones agrarias desplegadas en torno a la residencia, más bien lujosa, del dominus o propietario. La principal consecuencia de este proceso es el decaimiento de la política urbanística municipal: los fondos ya no son cuantiosos y las necesidades se van reduciendo con el descenso de la población. En este momento ciudades como Segovia se verán bastante influidas por la crisis, ya que la mano de obra que explotaba los recursos rurales de forma gratuita (esclavos) se reducirá y dicha escasez obligará a rebajar alquileres o a aumentar salarios, elevándose los precios y el gasto de las ciudades. Segovia no se despoblará completamente, pero es presumible que en lo urbanístico no se realizasen grandes proyectos. Esta situación proseguirá durante los siglos IV y V, agravándose progresivamente hasta la llegada del reino visigodo, momento en el que la ciudad seguirá siendo centro de asentamiento.
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Segovia visigoda
Del papel que la ciudad de Segovia pudo haber desempeñado hasta la llegada musulmana da fe que la capital disponía de obispo propio desde antes del Concilio III de Toledo (589). Esta es la única referencia escrita que se tiene de la ciudad en este periodo de dominación visigoda.
En este contexto, el reinado visigodo parece seguir una línea continuista. Su estructura es la heredada del sistema romano de latifundios en torno a las villae, aquellos establecimientos de vocación agropecuaria que proliferaron en el s. IV d. C. y alrededor de los cuales se agrupó una pequeña entidad de población. De tal forma que en lo constructivo la época visigoda apenas si es diferenciable de los vestigios de la fase tardorromana previa.