Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

SANZOLES

El Zangarrón

26 de diciembre

Por la mañana

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Sanzoles, perteneciente a la tradicional comarca de Tierra del Vino, comarca de terrenos sedimentarios, destaca por su relieve de cuestas. Y en uno de esos numerosos altozanos se asienta la población, desparramándose por sus laderas, por lo que ahí suaves desniveles entre las distintas calles. A sus pies se extiende una hermosa campiña ideal para el cultivo cerealístico y, especialmente, para la vid. De ahí que sea productor de vino de calidad, adscrito a la Denominación de origen Toro y que la parte alta del pueblo esté horadada por numerosas bodegas particulares. En la plaza de la iglesia, dentro de un jardincillo, se ha ubicado un monumento dedicado al Zangarrón, en el año 2004, obra de José Javier Sánchez, que representa la máscara del personaje más ilustre de la localidad.

Dado que se hace cuestación por toda la localidad y que un punto de referencia también para “el desayuno” son las bodegas, se recorren todas las calles del pueblo, desde la parte alta a la baja, aunque el epicentro de la mascarada se desarrolla en la plaza de la iglesia.

Aunque aquí se celebra el Zangarrón el 26 de diciembre, festividad de San Esteban, los prolegómenos comienzan el día 8 de diciembre, en que empiezan los ensayos de los bailes. Es éste también el día en el que se elegía al Zangarrón, que, en principio, era el mayor de los quintos; si éste no aceptaba, se sorteaba el puesto entre el resto de los quintos, sacando una papeleta. Y empezaba la puesta a punto y los ensayos, siempre dirigidos por el Tamborilero, empezando por la fórmula de petición de aguinaldo y siguiendo con los bailes. Es tal la autoridad del tamborilero que puede golpearles con el vergajo si se confunden.

A pesar de ser los quintos quienes organizan y representan la fiesta, si no son suficientes, como está ocurriendo ya de forma habitual, completan los papeles de la representación con mozos de otra edad.

La fiesta empieza el día 25 de diciembre por la tarde, cuando la mocedad va a casa del Zangarrón y lo provocan para que salga y los persiga. Después llegan todos los danzantes con el Tamborilero y hacen un pasacalles bailando hasta las Cuatro Calles. Aquí el Zangarrón se retira a dormir, mientras los mozos, durante toda la noche, no paran de hacer sonar cencerros y esquilas, al tiempo que comen, beben, cantan y danzan. Los quintos vigilan para que la “baraja” de esquilas y cencerros de su propiedad ni se pierda ni cese de sonar, para lo que montan guardia de dos en dos. Tienen dos “barajas” de cuatro cencerros grandes.

Cada uno de los participantes se viste en su casa; pero al Zangarrón le ayudan unos vecinos del pueblo, pues hay que coserle en parte su vestimenta. Lo primero que hacen es ponerle un calzoncillo largo y una camiseta interior. Después le ponen el pantalón, la casaca y la faja. Luego ya le cosen la casaca con el pantalón y las medias con los pantalones.

A las siete de la mañana, los mozos y el cortejo, acompañados del Tamborilero, van a buscar al Zangarrón a su casa y, antes de salir todos, comen unas sopas de ajo. Después, bailando el Pasacalles, se dirigen a “las Cuatro Calles”, cruce junto a la carretera, a la entrada de la población desde Zamora, donde bailan el llamado “baile del Niño”.

A continuación, comienza la cuestación por todo el pueblo, pero con un orden inquebrantable, que nos recuerda el recorrido de los lupercos romanos: los dos Mayordomos por una parte y el Zangarrón por otra, recorren todo el pueblo. El resto de la comitiva se reparte el pueblo en dos mitades, mediante sorteo, “se tiraba la perra”, y una, para dos Asadores, dos Bailonas y un Tocador, y la otra, para el Asador mayor, dos Bailonas y el otro Tocador. Ninguno puede encontrarse con el Zangarrón en la misma calle, pues de lo contrario éste le quita su aguinaldo y lo tienen que pagar luego de su bolsillo. Durante este recorrido el Zangarrón es molestado por los jóvenes del pueblo, que le incitan a correr tras ellos enseñándole dinero. Antiguamente le enseñaban peras o manzanas, pues el Zangarrón estaba obligado a coger el postre para todos sus compañeros; si no lo lograba, tenía que pagarlo personalmente. El Zangarrón llama a las casas con las vejigas y, como tiene prohibido hablar, sólo pone la bolsa para que le depositen el aguinaldo; antiguamente, si podía, aprovechaba a robar alguna cosilla de la matanza.

Al terminar la cuestación, todos se reúnen en la Casa de los quintos para almorzar. De aquí ya salen con buen acompañamiento de cencerros y se dirigen a la iglesia, sin que nadie moleste a los danzantes. Antiguamente iban todos a buscar al sacerdote, acompañándolo hasta la iglesia; ahora ya van directamente a ella. Entran todos a los Santos Oficios, excepto el Zangarrón que queda fuera.

Al terminar la ceremonia religiosa, se organiza una procesión con la imagen de San Esteban, portada por las Bailonas y el resto de los danzantes bailando siempre de cara al santo. Dan una vuelta a la iglesia y quedan de nuevo en la plaza. En ella el Zangarrón despeja un espacio y hace un corro para que su comitiva baile de nuevo “El Niño” ante el santo. Mientras tanto, los mozos empiezan a provocar al Zangarrón enseñándole dinero para que corra tras ellos y se lo coja. Al terminar el baile, el Asador Mayor coge el pesado pendón y realiza ante el santo tres venias con él, mientras el Zangarrón lo copia levantando burlescamente, como con esfuerzo, las vejigas hinchadas. La procesión ha terminado y el santo es introducido de nuevo en la iglesia por los danzantes sin darle nunca la espalda.

Terminada la procesión, todos acompañan hasta su casa al párroco, que invita a todos a dulces y a copa, una vez que han bailado ante su puerta “El baile de las dos filas”. Durante el baile se suceden las provocaciones al Zangarrón. De camino a comer hay una parada tradicional junto a uno de los bares, donde se danza de nuevo.

Después, los quintos y mozos que forman parte de la comparsa se van a celebrar a la Casa de los Quintos la “comida del mutis”, llamada así porque no pueden hablar, recibiendo quien contraviene la norma un vergajazo por parte del Tamborilero y les impone una multa, que hace unos cuarenta años era de una peseta por hablar y un duro por blasfemar; este dinero suele servir para pagar el café y las copas. La comida la preparan las madres de los quintos. El Zangarrón comía separado del resto de sus compañeros, cosa que ya no hace actualmente, aunque se mantiene la prohibición de hablar.

Por la tarde, ya sólo sale el Zangarrón, si le ha quedado alguna casa por visitar para pedir el aguinaldo y las carreras para atrapar a los jóvenes y chiquillos que le acosan. La fiesta termina cuando el Zangarrón da tres vueltas a la iglesia y en cada una de las vueltas hace una cruz con el palo donde hay erigida una cruz y explota una vejiga./p>

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