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4.- Dónde y cómo vivían los Vettones y Lusitanos. Los Castros

Tanto Lusitanos como Vettones vivían en concentraciones de población llamadas castros, que se asentaban en lugares variados, pero siempre siguiendo características similares.

Los castros eran ciudades amuralladas situadas en zonas de difícil acceso para proteger las viviendas, eligiendo para ello tres tipos de terreno:

  • Un espigón fluvial. Es el más común de los modos de asentamiento, ya que se encuentra en más de la mitad de los yacimientos de esta cultura.
  • una corriente fluvial que garantiza una mejor defensa, junto a un alto de cerro amesetado que permita el mayor control visual posible.
  • Una cresta de una zona montañosa con un importantísimo dominio visual de todos los caminos y recursos de que dispone a sus alrededores
Fig.: Castro en espigón Lusitanos y Vettones

A medida que la construcción de los castros va avanzando, se van haciendo más grandes, perfeccionando sus murallas y organizando las casas en barrios. En el interior de los castros había espacios sin construir que se destinaban al ganado, con el que convivían.

Las casas eran de tipo circular o rectangular de una sola planta y se levantaban sobre zócalos de piedra que luego se terminaban con alzados de adobe. En el interior las paredes, por lo general, se lucían con cal y los suelos eran de tierra con techos de madera, barro o ramas. En el centro de las casas se encontraba el fuego en torno al que se configuraba el hogar. A lo largo de una de las paredes de la casa se colocaba un banco corrido donde poder sentarse. La casa era el epicentro del núcleo familiar vettón. En el interior se molía el cereal y se desarrollaban actividades de producción artesanal.

Para protegerse, en el exterior de los castros, cerca de las puertas de entrada, se colocaban una serie de piedras en punta clavadas en el suelo denominadas “piedras hincadas” que hacían de defensa natural, porque evitaban el avance rápido tanto a pie como a caballo de los asaltantes.

El sistema de protección amurallado solo se construía en las zonas más vulnerables; aquellas zonas que eran inaccesibles por lo escarpado de la naturaleza, no requerían protección.

Las murallas se levantaban sin cimentación, sobre la propia roca, con mampostería en seco. La altura podía variar en función del castro alcanzando una anchura de 4 a 8 metros por término medio. A finales de la II Edad de Hierro algunos castros añaden torres y comienzan a incorporar sillares regulares de piedra.

Los castros tenían diferentes puertas de acceso al interior que se realizaban siempre de dos maneras características y con un sentido defensivo, o en embudo, o en esviaje.

La puerta en embudo es la más utilizada y se levantaba a través de la abertura que ofrecen las dos paredes de la muralla al curvarse hacia el interior. En función de lo que se curvaran, la forma de embudo será más o menos pronunciada.

Para la puerta en esviaje las dos paredes de la muralla se colocaban de forma paralela, dejando un pequeño espacio libre entre ambas paredes para poder pasar.

Con el diseño de estas puertas conseguían que la entrada tuviera que hacerse de manera casi individual, evitando así el ataque masivo.

Otro método de defensa son los fosos, que es una particularidad que tienen los castros portugueses.