Sección del ochavo del campanario de Pedro de Brizuela
Diferentes vistas de la torre, con el campanario y el interior de la casa del campanero
El emplazamiento privilegiado de la Catedral, en la zona alta de la ciudad y junto a la calle Marqués del Arco que conduce al Alcázar, hizo que la zona sufriera una fuerte especulación urbanística. Fueron varios los casos en los que se quiso adosar casas al templo, pretensión a la que se opuso rotundamente el Concejo. Así, en 1552, este se dirigirá al Cabildo para pedirle que prohibiera arrimar nuevos edificios a la Catedral, solicitud que el Cabildo acogerá de buen grado, ideando una gran plaza frente a la construcción. Este moderno concepto de posibilitar la contemplación aislada del monumento fragua en 1580, fecha en la que el Cabildo acuerda
el derribo de ciertas casas por cuanto a instancia y pedimento de la dicha ciudad y ayuntamiento de que se derriven ciertas casas de la calle del almuzara para ornato de la delantera y enlosado de la dicha yglesia.
El gran espacio delantero se cierra con un muro de sillería caliza decorado con pináculos y leones tenantes que portan los escudos de la ciudad, del cabildo y del rey, así como escalinatas en embocadura enrejadas en dos de sus tres lados. En el lado sur el desnivel hace que la obra quede poco definida, sin materializar la decoración, ni las escaleras de acceso. A finales del siglo XVIII ese espacio se pavimenta con las lápidas o losas graníticas de los canónigos sepultados en el interior del templo, siendo conocido desde entonces como el enlosado.
El enlosado frente a la portada del Perdón
Juan Guas llegó a España a trabajar, junto con otros artistas del norte de Europa, en las obras de la Catedral de Toledo en 1453. Estos artífices fusionarán las formas del norte con el gusto hispano por el arte musulmán y mudéjar. Esta mezcla de elementos, que recorre todas las manifestaciones artísticas, recibe el nombre de arte hispano-flamenco y será el estilo dominante de las obras sufragadas por la corte y la nobleza desde finales del XV hasta las primeras décadas del XVI.
Guas es llamado a Segovia en 1471, tras trabajar en la Catedral de Toledo y ser maestro de obras de la Catedral de Ávila. En Segovia residirá unos 20 años, haciendo obras tanto en la Catedral como en otros templos, monasterios y edificios civiles.
El claustro fue un encargo del obispo Juan Arias Dávila. Tiene planta cuadrada de cinco tramos cubiertos con bóvedas de crucería simple, adornadas con claves y, en cada tramo, una ventana decorada con una bellísima tracería que ocupa el ancho entre pilar y pilar. Junto con el claustro, Guas recibe el encargo, por parte de la reina Isabel, de realizar la puerta de acceso. La decoración de esta portada la lleva a cabo Sebastián de Almonacid, en un estilo que nos recuerda a las obras mudéjares toledanas presentes en otras obras de Guas en la ciudad. El tímpano de la puerta tiene como tema central la Piedad y, sobre ella, el escudo de los Reyes Católicos.
En 1524, antes incluso de iniciarse la nueva Catedral, se había concertado con el aparejador de Juan Gil de Hontañón, Juan Campero, el desmontaje y traslado del claustro de Guas al nuevo enclave. Este reto, auténtica proeza técnica para el momento, parece que pudo obedecer, en principio, a razones de índole económica, si bien hay detalles, tales como dotarle de mayor altura, el traslado íntegro de la tracería y de la portada de acceso, que hacen pensar en un empeño estético. Sea como fuere, la reconstrucción concluye en 1529. El claustro solo nos ha llegado completo, con el antepecho calado y los pináculos, en su panda sur. No podemos saber si esto responde a un problema del traslado o a los destrozos ocasionados en el mismo durante la revuelta comunera.
Vista del interior y, abajo, de una esquina del clausto de Guas, en la que se aprecia la panda completa con el antepecho y los pináculos